John
Singer Sargent: Esbozo del Erecteo (en
Atenas), (1891);
(Colección Particular)
(Colección Particular)
4.
ARTE GRIEGO
La civilización griega.
1.
Introducción.
Los órdenes.
2.
El templo
griego: el Partenón.
3.
La escultura.
Los grandes maestros de los siglos V y IV. Policleto y Fidias. Praxiteles y
Scopas. Lisipo y su canon.
4.
El periodo
helenístico.
5.
La escultura
ibérica.
La escultura griega de los períodos
clásico y helenístico.
________________________________________________________
La civilización griega
El solar de la
civilización griega se sitúo en torno al mar Egeo, extendiéndose por el sur de
la Península Balcánica, la península del Peloponeso, las islas del propio Egeo
y en la costa occidental de Asia Menor. Este ámbito geográfico recibió el
nombre de Hélade.
En la evolución histórica de la Grecia Antigua se
distingue las siguientes fases:
1. Civilización cicládica (3.000 – 2.000 a. C.).
2. Civilización cretense o minoica (2.000 – 1.400 a. C.).
3. Civilización micénica (1.600 – 1.150 a. C.).
4. Edad Oscura (1.150 a. C. – 776 a. C.).
5. Etapa Arcaica (776 a.C. –
499 a. C.).
6. Etapa Clásica (499 – 336 a. C.).
7. Período Helenístico (336 - 30 a. C.).
Las civilizaciones
cicládica, minoica o micénica, reciben la denominación de «prehelénicas» y son
consideradas antecesoras de la cultura griega.
En el siglo XII a. C.
se produce el colapso del mundo micénico.
Entre otras causas, este abrupto final se vincula con la invasión de los
dorios y otros pueblos, todos ellos indoeuropeos y conocedores de la forja del
hierro. Comenzó entonces la llamada «Edad Oscura» que se prolongará durante
cuatro siglos. Los escasos testimonios que se conservan de ella la presentan
como un período de pobreza general, con un importante descenso de la población
y con una economía muy poco desarrollada.
En el siglo VIII a. C.
el mundo helénico se recupera y la civilización griega, propiamente dicha,
inicia su andadura con el 776 a. C. (primera olimpiada) como primer año de su
cronología. Comienza en estos momentos la llamada edad arcaica (750 – 550
a. C.), caracterizada por la expansión
económica que conlleva la creación de colonias en las costas del mar Negro,
Libia, Sicilia, Sur de Italia y las costas mediterráneas de la actuales Francia
y España.
Las colonias
mantuvieron vínculos con las ciudades que las había fundado, lo que posibilitó
que la cultura griega se extendiera por todo el Mediterráneo. En especial
destacó la intensa helenización del Sur de Italia y Sicilia, ámbito que pasó a
ser conocido como la «Magna Grecia».
La siguiente etapa de
la historia griega es la etapa clásica, un período en el que la civilización
helénica se enfrenta al oeste contra cartagineses y etruscos y al este con los
persas. Los conflictos con este último pueblo son conocidas como las llamadas
guerras médicas (499 – 449 a, C.). Éstas tuvieron como consecuencia la invasión
de la propia Hélade, bien que al final los griegos lograron una completa
victoria. Se inicia entonces una etapa de esplendor conocida como «El siglo de
Pericles», que se prolongará hasta finales del siglo V a. C.
El siglo IV a. C., no
obstante, será una fase de inestabilidad política y guerras civiles continuas,
en las que varias polis se enfrentaron para conseguir la hegemonía sobre la
Hélade. Estos conflictos, conocidos como la guerra del Peloponeso (431 – 404 a.
C), acabaron por debilitar a todos los contendientes y lograron que Filipo II,
rey de Macedonia, se alzara con el dominio sobre Grecia. Se debe tener en
cuenta que Macedonia era considerada por los griegos como un reino bárbaro,
bien que en esta época se hallaba helenizado.
Alejandro, hijo y sucesor de Filipo, conquista
el imperio persa y añade a sus dominios Egipto, Asia Menor, Anatolia, Oriente
Medio y Persia, llegando a los límites con la India. Tras su muerte (323 a.
C.), sus generales se repartieron el imperio, formando los reinos helenísticos.
Se entra en una nueva etapa, conocida como la época helenística (336 – 30 a.
C.). Fue un período muy floreciente, en el que la cultura griega se expandió
por todas las conquistas de Alejandro, influyendo en las culturas locales. En
contrapartida numerosos rasgos de las civilizaciones sometidas fueron aceptados
por los conquistadores helenos.
El final de la cultura
griega se ha situado tradicionalmente en el 146 a. C., fecha de la toma y
destrucción de Corinto por los romanos. Este hecho marca el dominio pleno de
Roma sobre la Grecia Continental. Otros historiadores prefieren el 30 a. C. año
que señala la conversión de Egipto, el último reino helenístico, en provincia
romana. En cualquier caso, bajo la autoridad de los césares, las ciudades
griegas conservaron una sombra de autonomía y los artistas griegos trabajaron
activamente para sus nuevos señores. Por todo esto, los historiadores prefieren
consideran que existió una transición que se prolongaría hasta bien entrado el
siglo primero.
A lo largo de su
dilatada historia, la Hélade nunca llegó a organizarse como un único país, sino
que su territorio estuvo dividido entre las polis o ciudades-estados
independientes. La polis comprendía un territorio, por lo normal poco extenso,
formado por aldeas, caseríos y una o varias ciudades. La ciudad (o la urbe más
importante) concentraba la actividad política y económica.
En la polis, o sea la
capital del territorio, destacaban dos ámbitos: la acrópolis y el ágora. La
primera, situada en la cima de una colina, conformaba el espacio religioso,
donde se concentraban los templos; también servía de refugio para la población
en caso de peligro. El ágora, emplazada en la parte baja, era una especie de
plaza pública donde se desarrollaba la actividad política y comercial de la
polis.
La sociedad helénica se
dividía en tres grupos con diferentes derechos y obligaciones:
-
Ciudadanos (varones con derecho a voto).
-
Extranjeros («metecos») personas libres como
los ciudadanos, pero que carecían de derechos políticos.
-
Esclavos, utilizados como mano de obra.
Independientemente de
la clase a la que pertenecieran, las mujeres carecían de todo derechos, hasta
los más elementales.
La economía de la
Hélade era esclavista, urbana y monetaria. Estaba basada en la agricultura
(cereales, vid, olivo), la ganadería (sobre todo el ganado ovino y caprino).
Progresivamente adquirieron mayor importancia la artesanía y el comercio.
En el ámbito político
los griegos destacaron por la creación de la democracia. Pero ésta fue una más
entre los numerosos regímenes que caracterizaban a las polis. Así conocieron la
monarquías (diarquías cuando el poder se lo repartían dos reyes), aristocracia,
oligarquía y tiranía.
La religión griega era
politeísta. Carecía de un sacerdocio organizado y de textos sagrados, bien que
las obras de poetas como Homero o Hesíodo suplían esta falta. Los dioses griegos adoptaban forma humana, y
según los relatos mitológicos, estaban sujetos a las pasiones y otras
debilidades humanas. Se distinguían de los hombres en que eran inmortales y
gozaban de poderes como la metamorfosis.
Como se ha señalado,
cada polis poseía un área sagrada en la acrópolis. Además existían santuarios
(Delfos, Olimpia, Éfeso…) en los que las distintas ciudades rivalizaban en
demostrar su riqueza. En estos lugares se situaban los oráculos y se celebraban
además los juegos llamados «panhelénicos» por presentarse abiertos al mundo
griego.
La cultura griega es
considerada como una de las más brillantes de todos los tiempos. De hecho no
sólo constituye la base de la cultura occidental, sino también la aportación
más importante. Destacan sus logros en los siguientes ámbitos:
-
Pensamiento, con la aparición y desarrollo de
la filosofía
-
Ciencia, con descubrimientos en matemáticas,
biología y medicina fundamentalmente.
-
Literatura en la que destacaron la poesía y el
teatro.
En la Antigüedad Clásica
los artistas carecían de consideración social y se les agrupaba junto a los
artesanos. Con todo, el oficio de artista, fue evolucionando desde el anonimato
hasta la manifestación de personalidades individuales,
con obras firmadas y autores que alcanzaron la celebridad. En la época helenística
existe ya un mercado de obras de artes muy activo, con escuelas en las que
trabajan gran cantidad de artífices, muchos de ellos especializados en copias y
réplicas. Esta comercialización del arte continuará bajo el dominio romano.
1.
Introducción.
Los órdenes.
El arte griego se desarrolla entre el siglo
VIII y el I a. C. Su marco geográfico abarcó en un principio el extremo sur de
los Balcanes, las islas adyacentes y las costas de Asia Menor. Posteriormente
se extendió al Mar Negro, la llamada Magna Grecia (Sicilia y Sur de Italia) y
otros enclaves de la cuenca mediterránea (como Ampurias en la provincia de
Gerona). A partir de Alejandro Magno la civilización griega y su arte se
expandió por Egipto y por Oriente desde Anatolia hasta la India.
El mundo griego se caracterizaba por una
economía monetaria basada en la agricultura de trilogía mediterránea (trigo,
olivo y vid), la ganadería, la pesca y la minería. Progresivamente adquirieron
mayor importancia la artesanía y el comercio. Su estructura social era muy
cerrada, distinguiéndose entre ciudadanos, extranjeros (personas libres pero
sin derechos políticos) y numerosos esclavos.
El núcleo de la civilización griega era la ciudad-estado (polis). Los griegos conocieron gran variedad de regímenes políticos (monarquía, aristocracia, oligarquía, tiranía y democracia). Tras la muerte de Alejandro Magno se impusieron las monarquías helenísticas con reyes dotados de poderes absolutos y que se divinizaban después de su muerte.
En la Hélade los
artistas carecían de consideración social y se les agrupaba junto a los
artesanos. Con todo, los arquitectos lograron un mayor reconocimiento y muchos
de ellos han pasado a la posteridad como Ictinos, Calícrates, Mnesicles e Hipodamo
de Mileto, entre otros.
La arquitectura griega se caracteriza por el empleo de los
órdenes clásicos, entendidos como tales al conjunto de reglas referidas a la
escala, forma y decoración del edificio. En el curso del siglo VII a. C. se fueron concretando los órdenes dórico y
jónico. Ya en el siglo V a. C. se añade el orden corintio.
En cada estilo u orden se distinguen las siguientes partes: estilobato
(escalón o último plano), la columna y el entablamento. A su vez, la columna,
el elemento distintivo, se subdivide en basa, fuste y capitel. En el arte
griego las columnas presentan siempre el fuste estriado.
El tamaño de las columnas responde a una proporción o canon,
tomando como medida o módulo, el diámetro del fuste en su base, de igual manera
que en la escultura se toma el tamaño de la cabeza como modulo para la
representación ideal del cuerpo humano.
El estilo dórico se extiende fundamentalmente por el
Peloponeso y la Magna Grecia. Tiene su origen en las construcciones en madera
cuyas formas se trasponen a la piedra. Se caracteriza por la columna de fuste
poco esbelto y sin basa; capitel formado por collarino, equino y ábaco
cuadrado. En el entablamento destaca el friso decorado por la alternancia de
triglifos y metopas.
El estilo jónico caracteriza a los templos de Asia Menor y
las islas del Egeo. Este orden presenta unas proporciones más esbeltas. La
columna se alza sobre una basa; el capitel está adornado dos volutas
encuadrando el equino, y el ábaco es más fino; En el entablamento destaca el
friso corrido (sin divisiones) que permite desarrollar una decoración en
relieve continuo.
El estilo corintio se considera una derivación del jónico,
bien que presenta unas proporciones más estilizadas y mayor riqueza decorativa.
Sus ejemplos más significativos se encuentran en Arcadia, en el Peloponeso, y
en Atenas. La completa destrucción de Corinto por los romanos impide verificar
si su vínculo con esta ciudad era legendario o real. El elemento distintivo de
este orden es el capitel decorado con una doble fila de hojas de acanto y unos
caulículos o tallitos que surgen entre estas hojas y se enroscan en los ángulos
y en la parte central.
2.
El templo
griego: el Partenón.
El arte griego se desarrolla entre el siglo VIII y el I a. C.
Su marco geográfico abarcó en un principio el extremo sur de los Balcanes, las
islas adyacentes y las costas de Asia Menor. Posteriormente se extendió al Mar
Negro, la llamada Magna Grecia (Sicilia y Sur de Italia) y otros enclaves de la
cuenca mediterránea (como Ampurias en la provincia de Gerona). A partir de
Alejandro Magno la civilización griega y su arte se expandió por Egipto y por
Oriente desde Anatolia hasta la India.
El mundo griego se caracterizaba por una
economía monetaria basada en la agricultura de trilogía mediterránea (trigo,
olivo y vid), la ganadería, la pesca y la minería. Progresivamente adquirieron
mayor importancia la artesanía y el comercio. Su estructura social era muy
cerrada, distinguiéndose entre ciudadanos, extranjeros (personas libres pero
sin derechos políticos) y numerosos esclavos.
El núcleo de la civilización griega era la ciudad-estado (polis). Los griegos conocieron gran variedad de regímenes políticos (monarquía, aristocracia, oligarquía, tiranía y democracia). Tras la muerte de Alejandro Magno se impusieron las monarquías helenísticas con reyes dotados de poderes absolutos y que se divinizaban después de su muerte.
En la Hélade los
artistas carecían de consideración social y se les agrupaba junto a los
artesanos. Con todo, los arquitectos lograron un mayor reconocimiento y muchos
de ellos han pasado a la posteridad como Ictinos, Calícrates, Mnesicles e
Hipodamo de Mileto, entre otros.
Los griegos empleaban como material la piedra,
sobre todo la arenisca y el mármol. Utilizaban sistemas constructivos
arquitrabados. Los edificios se decoraban con relieves escultóricos y con una
rica policromía.
Los griegos consagraban
a sus dioses terrenos y recintos considerados sagrados (temenos). En ellos el
culto se realizaba en torno a un altar construido al aire libre. El templo
servía para albergar la efigie de la deidad y las ofrendas que se depositaban
(y que constituían el llamado «tesoro»).
El interior de estos edificios solía ser
angosto y oscuro pues estaban concebidos para la oración individual, no para
ceremonias de culto o reuniones de fieles. Los templos clásicos situaban su portada
principal hacia el este, con la efigie del dios mirando hacia la salida del
sol.
Los templos se elevan sobre unas gradas
(krepis) cuyo último escalón es el estilobato. Su estructura era muy simple:
una sala rectangular conocida como naos que albergaba la efigie de la divinidad;
un pórtico delantero conocido como pronaos y por último un pórtico trasero, el opistodomo, que
carecía de acceso al interior y que se añadía por simetría. A veces existía una
estancia entre la naos y el opistodomos denominada «ádyton» y que venía a
servir de sacristía.
Los templos se clasifican bien por el
número de columnas de la fachada principal, bien por la disposición de las
columnas exteriores.
-
Según el número de columnas que hay en la fachada principal
se distingue entre dístilo (dos columnas en el frente), tetrástilo (con cuatro
columnas), hexástilo
(con seis columnas), octástilo (con ocho
columnas) y decástilo (con diez columnas).
-
Según la disposición de las columnas exteriores, los templos
se clasifican como in antis (cuando los muros de la cella o naos avanzan hasta
el frente), próstilo (con un
pórtico con columnas), anfipróstilo
(con pórtico delante y atrás), períptero
(rodeado de columnas) y díptero (rodeado de doble fila de columnas). Los
templos con una fila de columna adosada a los muros se conocen como
pseudoperípteros y cuando presentan una fila exenta y otra pegada al muro se
denominan pseudodípteros.
Finalmente en algunos santuarios existen
una serie de rasgos peculiares, debidos al emplazamiento o a las singularidades
del culto. Así nos encontramos con templos sin techo (hípetros), sin columnas
(ápteros) y circulares (monópteros). Los
templos circulares rodeados por columnas son, a la vez, monópteros y
perípteros. Este tipo de templos es conocido como tholos.
Entre los templos de
los griegos y de los romanos existían algunas diferencias: la presencia de
gradas o estilóbato en el primero y podio en el segundo; el predominio de los
templos perípteros (con fila de columnas en los costados) en los helénicos y de
los pseudoperípteros (con la fila de columnas embebidas en el muro) entre los
romanos y, por último, el dispar empleo de los órdenes: dórico, jónico y,
raramente, corintio en Grecia y toscano, jónico, corintio (en este caso el más
representado) y compuesto en el Imperio romano.
En la Helade, los santuarios concentran
los templos más majestuosos e impresionantes, erigiéndose además en estos
espacios otras construcciones como teatros, estadios… Los principales son Olimpia, Delfos, la
Acrópolis de Atenas, Eleusis, Delos, Argos, Epidauro, Mileto y Éfeso. Entre
todos estos santuarios, sobresale la Acrópolis de Atenas por su espléndido
conjunto constructivo. Tras los grandiosos propileos (puertas monumentales), el
visitante encontraba un templo de orden dórico, el Partenón, y dos de orden
jónico: el Erecteión, con la famosa tribuna de las cariátides, y el de la
Victoria áptera, de pequeñas dimensiones, pero de refinada ejecución.
El Partenón es un templo dedicado a Atenea
Partenos (Atenea «la Virgen»). Fue mandado
edificar por Pericles, primer magistrado de Atenas. Sus arquitectos fueron Ictinos
y Calícrates, encargándose Fidias de la supervisión de la obra y de la
decoración escultórica. Esta construcción expresaba el agradecimiento de la
ciudad de Atenas a la diosa Atenea, pues creían que esta deidad había
contribuido a la victoria de los griegos sobre los persas. De hecho el Partenón
reemplazó a un templo anterior que había sido
destruido por los persas en Guerras Médicas.
El Partenón es un templo de orden dórico,
octástilo, anfipróstilo y períptero. El templo se levanta sobre tres gradas y
mide unos sesenta metros de lado. En su interior se empleó el orden jónico, y
de hecho la proporción del estilo del exterior presenta una esbeltez más propia
del jónico que del dórico.
Las obras se iniciaron en el 447 a. C. y
duraron quince años. Se empleó como material, mármol blanco de las canteras del
Pentélico.
Los frontones estaban consagrados a
Atenea, titular del templo. El frontón oriental (el situado sobre la entrada
principal) representaba el Nacimiento de Atenea, surgiendo de la cabeza de
Zeus. El frontón occidental estaba dedicado a la disputa entre Atenea y Poseidón
por el dominio del Ática Para resaltar
la anatomía de los personajes, Fidias representa los ropajes adheridos al cuerpo,
usando lo que se ha llamado «técnica de los
paños mojados», rasgo típico de la producción artística de Fidias.
El entablamento estaba decorado con noventa y dos metopas. La
fachada oriental está dedicada al combate de las amazonas con diversos héroes
(Amazanomaquia); la occidental a la lucha de los dioses con los gigantes
(Gigantomaquia); el costado septentrional tenía como tema la Guerra de Troya
(Iliupersis) y, por último, el flanco meridional estaba consagrado al
enfrentamiento del héroe Piritoo y sus compañeros con los centauros
(Centauromaquia), Se cree que todos estos episodios mitológicos representan la
lucha de la civilización contra la barbarie y que aluden a las guerras entre
griegos y persas. Conviene recordar que los griegos no tenían tradición de
relieve histórico, por lo que a veces representaban algunos episodios míticos
para conmemorar sus victorias, alianzas y otros hechos.
En la cara exterior de la naos del Partenón y
protegido de la intemperie por el peristilo de columnas se dispuso el friso de las Panateneas. Con unas medidas de un
metro de altura por 160 de largo, rodea por completo el templo. Se trata de
un friso jónico, y por
tanto continuo. Representa la procesión de las Grandes Pananteneas, que tenía lugar cada cuatro años en honor de la diosa Atenea.
Fidias y su taller se encargaron igualmente de la
imagen colosal de la diosa que se veneraba en el interior. Se trata de la
Atenea Partenos, imagen que no se ha conservado y que conocemos a través de
descripciones y de réplicas. Se trataba de una efigie colosal (medía unos doce
metros con el pedestal incluido) y crisoelefantina (pues estaba realizada en
oro y marfil).
Tras el declive de la civilización clásica, el Partenón fue
transformado en el siglo V en catedral y, diez siglos más tarde, en mezquita. Quedó
convertido en ruina por una explosión en 1687. A principios del siglo XIX la mayor parte de
su decoración escultórica fue adquirida por el diplomático inglés Lord Elgin,
quien acabó vendiéndolas al Museo Británico, donde actualmente se conservan.
3.
La escultura.
Los grandes maestros de los siglos V y IV. Policleto y Fidias. Praxiteles y
Scopas. Lisipo y su canon.
El arte griego se desarrolla entre el siglo
VIII y el I a. C. Su marco geográfico abarcó en un principio el extremo sur de
los Balcanes, las islas adyacentes y las costas de Asia Menor. Posteriormente
se extendió al Mar Negro, la llamada Magna Grecia (Sicilia y Sur de Italia) y
otros enclaves de la cuenca mediterránea (como Ampurias en la provincia de
Gerona).
El mundo griego se caracterizaba por una
economía monetaria basada en la agricultura de trilogía mediterránea (trigo,
olivo y vid), la ganadería, la pesca y la minería. Progresivamente adquirieron
mayor importancia la artesanía y el comercio. Su estructura social era muy
cerrada, distinguiéndose entre ciudadanos, extranjeros (personas libres pero
sin derechos políticos) y numerosos esclavos.
El núcleo de la civilización griega era la
ciudad-estado (polis). Los griegos conocieron gran variedad de regímenes
políticos (monarquía, aristocracia, oligarquía, tiranía y democracia).
La etapa clásica
(siglos V y IV a. C.) estuvo marcada en primer lugar por los enfrentamientos
con los persas, que dieron lugar a las llamadas guerras médicas. Posteriormente
Grecia vivió una etapa de esplendor conocida como «El siglo de Pericles». La
etapa se cierra con una fase de inestabilidad, verdadera guerra civil, que es
conocida por los historiadores como la guerra del Peloponeso.
Es en esta época cuando
la escultura griega alcanza su etapa culminante, coincidiendo con el
crecimiento económico y la edad dorada de la filosofía y de la literatura. La
producción artística se incrementó gracias al afán de las distintas polis por
destacar en el conjunto de ciudades de la Hélade y por el surgimiento de la
clientela privada.
Los griegos concebían
sus esculturas, ya fueran éstas relieves o estatuas exentas, como
representaciones vinculadas a sus creencias religiosas o episodios de su
mitología. Solían destinarse a ornamentar conjuntos arquitectónicos de carácter
público, fundamentalmente recintos sagrados y templos. En estos últimos se
ubicaban las efigies de las divinidades.
Los escultores
realizaron en la etapa clásica avances sustanciales en la representación
naturalista de la anatomía, el movimiento y la expresión. Sin embargo, sus
imágenes de dioses y héroes no son realistas, ya que los artistas proyectaron
en ellas sus ideales de belleza física, convirtiendo el cuerpo humano desnudo
en un modelo de armonía y proporción canónica. Hay que indicar que, pese a la
altísima calidad alcanzada en este período, los artistas tenían escasa
consideración social y se les agrupaba junto a los artesanos. Con todo, en esta
etapa, algunos escultores alcanzaron una verdadera celebridad.
La escultura helénica emplea como materiales el mármol y el
bronce. Muy excepcional resulta el empleo del oro y el marfil (estatua
crisoelefantina) con los que se realizaron la Atenea Partenos y el Zeus
Olímpico, ambos de Fidias.
Era habitual policromar las esculturas y añadirle apliques como
los ojos, las pestañas, las armas y otros objetos, detalles que se han perdido
en su práctica totalidad, pues se han conservado muy pocas obras originales de
esta época. Afortunadamente en la época romana se realizaron numerosas copias,
algunas de las cuales han llegado hasta nosotros y han servido para conocer la
producción artística de este período.
La escultura griega del
siglo V a. C. está dominada por dos grandes maestros: Fidias y Policleto.
Fidias es considerado el escultor
del equilibrio y de la perfección. Destaca por la
belleza y la serena majestad que logra imprimir a las divinidades que esculpe y
también por el tratamiento de los ropajes. Los
abundantes y sinuosos pliegues de las telas
que se pegan al cuerpo como si fueran «paños
mojados», trasluciendo una
anatomía plenamente conseguida.
Pericles
(Primer magistrado de Atenas) le encargó varios
trabajos para la Acrópolis de Atenas y allí
se encuentran sus principales obras:
-
Los frontones del Partenón. En ellos podía admirarse el nacimiento de
Atenea (frontón oriental) y la disputa entre Atenea y Poseidón por el dominio del Ática
(frontón occidental).
-
Las
metopas con la centauromaquia y otros combates mitológicos
-
-El friso interior que rodeaba el edificio,
llamado friso de las Panateneas, por representar la procesión con la que
comenzaban estas fiestas.
-
La
escultura en bulto redondo que representaba a Atenea y que se veneraba en la naos del
Partenón, conocida como la Atenea Partenos. Como queda dicho, se trata de una
imagen crisoelefantina de tamaño colosal.
-
La Atenea Promacos. Se trataba de otra imagen
de la diosa de tamaño gigantesco. Su material era el bronce y se emplazaba
entre el Erecteion y el Partenon.
Otras obras suyas son
la Atena Lemnia (encargo de los atenienses instalados en la isla de Lemnos) y
el Zeus de Olimpia, imagen considerada como una de las maravillas del mundo
antiguo.
El segundo gran escultor del siglo V a. C. es Policleto,
célebre por su estudio de las proporciones y de la belleza ideal. Buscó un canon o prototipo ideal investigando
las proporciones más armónicas. Instauró el canon de las siete cabezas (la
altura del cuerpo debe ser siete veces mayor que la de la cabeza). Entre sus
obras destaca el Doríforo, que representa a un joven en actitud de avanzar. En
esta obra destaca la posición conocida como «quiasmo» o «contraposto»: la pierna derecha permanece recta, sosteniendo el
peso del cuerpo, mientras que la pierna izquierda se alza y se flexiona. En consecuencia el torso y la cadera se giran
levemente y el hombro izquierdo aparece más alto. Este recurso añade
naturalidad y dinamismo a la escultura, por lo que va a ser muy imitado por los
escultores de todas las épocas.
Otras obras de este artista son el Diadúmeno, que representa a un a un
atleta atándose a la cabeza la venda de la victoria y la Amazona
herida que esculpe para el templo de Artemisa en Éfeso.
El tránsito del siglo V a.C., etapa de esplendor, al IV a. C., época de
crisis, supone que la idealización, la serenidad
y el equilibrio dan paso a la gracia, al interés por revelar los sentimientos,
la expresión del movimiento y la multiplicidad de los puntos de vista desde los
que puede ser contemplada la obra. Entre los maestros que incorporan estas
innovaciones destacan Praxíteles, Scopas y Lisipo, precursores todos ellos de
las tendencias del helenismo.
Praxíteles prefiere los temas agradables, tratados con
encanto y gracia, y realzados por un pulido del mármol ejecutado con suma
delicadeza. Repite una pose que será conocida como «curva
praxiteliana»: el torso se arquea tanto, que es
preciso apoyarlo en un soporte lateral, y así se forma un contraposto muy
pronunciado.
Sus obras más célebres son el Hermes con el Niño
Dionisos de Olimpia, tal vez obra original del artista, el Apolo sauróctonos (matador de saurios) y
la Afrodita saliendo del baño, conocida como la Afrodita Cnidia. Esta última es
la primera escultura griega que muestra a una mujer enteramente desnuda.
Por su parte Scopas se
caracteriza por mostrar los estados de ánimos patéticos y atormentados, con característicos con ojos hundidos,
bocas entreabiertas y cuerpos que se mueven en espiral, como lo
demuestra su Ménade. Otras obras suyas son la cabeza de Meleagro y parte de la
decoración de la monumental tumba del sátrapa Mausolo (conocida como el Mausoleo).
Lisipo, será el artista
más innovador y creativo de la centuria. Aportaciones suyas son
-
La incorporación del género del retrato a la
escultura griega. Destacan sus bustos de Alejandro Magno, del que fue
retratista oficial.
-
El cambio del canon de las siete a las ocho
cabezas. Así se consigue una figura más esbelta, elegante y flexible. El mejor
ejemplo es el Apoxiómeno.
-
El abandono de la frontalidad por la
multiplicidad de los puntos de vista, ejemplificada igualmente en el
Apoxiómeno.
Otras obras suyas son el Hércules Farnesio
y el Ares Ludovisi.
4.
El periodo
helenístico.
El arte griego helenístico se desarrolla
entre el siglo IV a. C. y el I. Su marco geográfico abarcó las conquistas del
Alejandro Magno: Grecia, Egipto y Asia desde el Egeo hasta la India. En la
geografía del mundo helenístico hay que incluir las ciudades de la llamada Magna
Grecia (Sicilia y Sur de Italia) y la propia Roma que destacaron por la
adquisición de obras de este estilo
El mundo helenístico se caracterizaba por
una economía esclavista, urbana y monetaria, con gran desarrollo de la
artesanía y el comercio. Tras el fallecimiento de Alejandro se impusieron las
monarquías helenísticas con reyes dotados de poderes absolutos y que se
divinizaban después de su muerte. Los artistas carecían de consideración social y
se les agrupaba junto a los artesanos. Con todo, algunos de ellos alcanzaron la
celebridad y son mencionados por Plinio y otros historiadores de la Antigüedad.
Durante el periodo helenístico la
producción artística se incrementó notablemente debido a la prosperidad
económica de la época, al deseo de los reyes de destacar como benefactores y a
la aparición de la clase social burguesa. Los mejores clientes del arte fueron,
pues, los reyes y los burgueses, quedando en segundo lugar la demanda oficial
de tipo religioso.
La arquitectura de esta época destaca por la riqueza en elementos
decorativos, ejemplificados en el empleo del orden corintio. Otro rasgo es la
búsqueda de la sorpresa y la teatralidad, con el uso del frontón partido, el
colosalismo y la búsqueda de efectos escenográficos.
Destaca la construcción de
grandes ciudades, como Alejandría en Egipto o Antioquía en Siria. Son ciudades
trazadas con un urbanismo reticular, siguiendo los dictámenes que
impuso Hipódamo de Mileto en el siglo V a. C. Las calles se cruzan en
ángulo recto y se dividen en manzanas regulares, colocando en el centro la
plaza o ágora rodeada de pórticos o estoas. Todas estas ciudades se
dotaban de edificios públicos, privados y religiosos: palacios, mausoleos, mercados,
bibliotecas, teatros, templos… Las ciudades costeras remodelan las zonas
portuarias erigiendo impresionantes monumentos como el Coloso de Rodas o el
Faro de Alejandría
En cuanto a la escultura, ya a finales del siglo IV a.
C. se había abandonado el equilibrio clásico y se adoptan otras características como la acentuación
del movimiento o la expresión de las pasiones. En cuanto a los temas se
incorpora la alegoría, el retrato y las escenas de géneros (representación de
lo cotidiano, lo costumbrista o lo anecdótico). El artista parece deleitarse en
representar la pobreza la fealdad o la vejez
Tenemos noticias de dónde radican las principales escuelas
escultóricas de este período, pero por
desgracia son muchas las obras de primer orden que no sabemos a cuál de ellas pertenecen.
-
La escuela de
Atenas se caracteriza por imitar el estilo de Praxíteles y el de Lisipo. Obras
de los talleres áticos son el Torso de Belvedere, de Apolonio, el Espinario o
Niño de la Espina, el Niño de la Oca, de Boetas, la Vieja Ebria y ,
posiblemente, la Venus de Milo, de Alejandro de Antioquia.
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Escuela de
Alejandría: Esta escuela se especializó en la representación de tipos populares
y étnicos. Con todo, su obra más
conocida es una monumental alegoría que muestra al Nilo como un anciano
recostado y rodeado de dieciséis niños que
representan los dieciséis codos de altura que el río puede alcanzar en su
crecida.
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Escuelas de
Pérgamo y Rodas: Se caracterizan por su
inclinación hacia temas patéticos y la representación de movimientos
contorsionados y violentos.
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A los talleres de Pérgamo pertenece el
monumento de Atalo I en el que figuraban seis esculturas (el grupo del Gálata
Ludovisi y cuatro gálatas moribundos, tendidos en el suelo). Al parecer, su
autor fue Epígono, que supo darle dignidad a
los vencidos para exaltar así el triunfo local. Otra obra de esta escuela es el Altar de Pérgamo, consagrado a
Zeus y Atenea. Narra, en grandes relieves, la batalla que
los dioses olímpicos sostuvieron con gigantes,
hijos de la Tierra.
-
Las obras de
la Escuela de Rodas más relevantes son el grupo del Laocoonte realizado por
Agesandro, Polidoro y Atenodoro para decorar la
Domus Aurea de Nerón y la Victoria de Samotracia, que conmemoraba una batalla
naval.
6.
La escultura
ibérica.
La cultura
ibérica es la más importante de la Protohistoria de la península ibérica. Se
desarrolla en la vertiente mediterránea y el este de Andalucía, con
irradiaciones hacia la Meseta central y el sureste de Francia. Cronológicamente
se sitúa entre los siglos VI al I antes de C.
La
civilización ibera estaba formada por un conjunto de pueblos (bastetanos,
oretanos, turdetanos, contestanos, edetanos...) que compartían una lengua y una
cultura común. Por las referencias clásicas se sabe que formaban una sociedad
aristocrática y guerrera, compuesta por latifundistas, mercaderes, artesanos,
campesinos y esclavos.
En la
génesis y desarrollo del arte ibérico confluyen tres factores, la cultura
autóctona de los pueblos hispánicos, las centroeuropeas que llegan a través de
los Pirineos o de los pueblos celtas de la Meseta y sobre todo las aportaciones
de los pueblos mediterráneos (cartagineses, griegos y romanos).
En su
producción artística destaca la escultura, tanto exenta como en relieve. Aparece
ligada bien a los santuarios, bien a las necrópolis. El material empleado es la
piedra (caliza), aunque el bronce se emplea en figurillas (exvotos).
Destacan,
en primer lugar, tres esculturas de excepcional importancia, que son las Damas
del Cerro de los Santos, de Baza y de Elche. La primera es una ofrenda a una divinidad
y las otras dos presentan carácter funerario. En ellas se percibe la
originalidad del arte ibérico, que funde las influencias de las culturas del
Mediterráneo, asimilándolas perfectamente.
Otra de las
grandes realizaciones de la escultura ibérica son las tumbas monumentales
decoradas con complejos ciclos que muestran escenas de guerras, luchas con
fieras y animales mitológicos y otros asuntos de carácter heroico. Los ejemplos
más sobresalientes son los relieves de Pozo Moro (Chinchilla, Albacete) de
Osuna (Provincia de Sevilla) y las esculturas de Cerrillo Blanco (Porcuna,
Jaén). La técnica empleada es siempre la del relieve, salvo la de Cerrillo
Blanco, que recurre a la escultura exenta.
Por último
debe mencionarse la escultura animalística. Predomina la figuración de caballos,
toros y leones, fuertemente expresivos en su esquematizada talla. También se
representan animales fantásticos, como la Esfinge de Agost o la Bicha de
Balazote, toro androcéfalo. Desempeñaron una función de protección y guardia
del reposo eterno del difunto, de ahí que aparezcan asociados a enterramientos
de cierta entidad.
La escultura griega de los períodos
clásico y helenístico.
El arte griego alcanza sus cotas
culminantes en sus creaciones escultóricas, que se desarrollan a lo largo de
más ocho siglos (del s. VII a.C. al s. I d.C.) en un ámbito geográfico que
inicialmente abarcaba las orillas del Egeo y que irá extendiéndose
progresivamente hasta abarcar la mayor parte del mundo entonces conocido, en
concreto las costas del Mediterráneo, Egipto y Oriente desde Anatolia hasta la
India.
La escultura helénica emplea como materiales el mármol y el
bronce. Muy excepcional resulta el empleo del
oro y el marfil (estatua crisoelefantina) con los que se realizaron
algunas imágenes de culto como la Atenea Partenos y el Zeus Olímpico, ambos de
Fidias. Sus artífices destacaron tanto en la escultura como en el relieve. En
la escultura exenta las figuras presentan un tamaño ligeramente superior a la
estatura humana, aunque no falten ejemplos de efigies colosales, ejecutadas
tanto en la etapa clásica como en la helenística.
Era habitual policromar las esculturas y añadirle apliques como
los ojos, las pestañas, las armas y otros objetos, detalles que se han perdido
en su práctica totalidad, pues se han conservado muy pocas obras originales de
esta época. Afortunadamente, en la época romana se realizaron numerosas copias,
algunas de las cuales han llegado hasta nosotros y han servido para conocer la
producción artística de este período.
En la Grecia Antigua
los artistas carecían de reconocimiento social y se les agrupaba junto a los
artesanos. Con todo, en la etapa clásica, algunos escultores (Fidias, Lisipo…) alcanzaron
una verdadera celebridad. En la época helenística la gran demanda de estatuas,
sobre todo de copias de obras célebres, provoca que la producción se organice
en talleres y que no destaquen grandes maestros como en la etapa precedente.
El período clásico se
extiende entre los siglos V y IV a. de C. Su ámbito geográfico abarcaba el extremo
meridional de la Península Balcánica, las islas del Egeo y las costas de Asia y
el Sur de Italia («Magna
Grecia»). Existía una gran variedad de regímenes
políticos, bien que el predominaba era la polis, cuyas autoridades se
convirtieron en los principales clientes de los escultores.
En esta etapa, los
griegos concebían sus esculturas, ya fueran éstas relieves o estatuas exentas,
como representaciones vinculadas a sus creencias religiosas o episodios de su
mitología. Solían destinarse a ornamentar conjuntos arquitectónicos de carácter
público, fundamentalmente recintos sagrados y templos. En estos últimos se
ubicaban las efigies de las divinidades, imágenes concebidas como objeto de
culto. A veces se inmortalizaba con
esculturas a atletas y soldados destacados, pero representados a la heroica
(desnudos e idealizados) no como personas reales.
Los escultores realizaron
en esta etapa avances sustanciales en la representación naturalista de la
anatomía, el movimiento y la expresión. Sin embargo, sus imágenes de dioses y
héroes no son realistas, ya que los artistas proyectaron en ellas sus ideales
de belleza física, convirtiendo el cuerpo humano desnudo en un modelo de
armonía y proporción canónica.
Los principales maestros de esta etapa son Fidias, Policleto, que
desarrollaron su obra en el siglo V a.C. y Scopas, Praxíteles y Lisipo que
trabajaron en el siglo IV a. C.
Fidias destaca por la belleza y la serena majestad que logra imprimir
a las divinidades que esculpe y también por el tratamiento de los ropajes.
La mayor parte de su obra se concibió para decorar el Partenón (Frontones del
Partenón, Friso de las Panateneas…).
El otro gran escultor del siglo IV es Policleto,
célebre por su estudio de las proporciones y de la belleza ideal. Por eso buscó un canon o prototipo ideal
investigando las proporciones más armónicas. Él instauró el canon de las siete
cabezas e introdujo la posición conocida como «contraposto». Entre sus obras destacan el
Doríforo y el Diadúmeno.
En el siglo IV a. C. los escultores rompen con los
ideales clásicos e introducen la multiplicidad de vistas, la expresividad
física y gestual y el retrato, por lo que sirven de transición entre la etapa
clásica y la helenística.
Entre los artistas que marcan esta transición, destaca Praxíteles,
que dota a sus figuras de una expresión sensual con formas más suaves y
onduladas (con la famosa «curva praxiteliana»). Sus obras más célebres son el Hermes con el Niño
Dionisos y la Afrodita saliendo del baño, conocida como la Afrodita Cnidia.
Por su parte Scopas investiga en la expresión
dramática, reflejando estados de ánimo
patéticos y atormentados (la Ménade, la cabeza de Meleagro…).
Lisipo va a romper
abiertamente con las tradiciones de este período. Incorpora el género del
retrato a la escultura griega, cambia el canon de siete a ocho cabezas, ganando
en esbeltez, y desarrolla la multiplicidad de los puntos de vista. Estos rasgos
se observan en obras como Apoxiómeno, el Hércules Farnesio o sus efigies de
Alejandro Magno.
En cuanto a la
escultura del período helenístico hay que indicar que desarrolla entre el siglo IV a. C. y el I.
Su marco geográfico abarcó las conquistas del Alejandro Magno: Grecia, Egipto y
Asia desde el Egeo hasta la India.
Tras el fallecimiento de Alejandro se
impusieron las monarquías helenísticas con reyes dotados de poderes absolutos y
que se divinizaban después de su muerte. Estos monarcas rivalizarán con la
naciente burguesía en adquisición de obras escultóricas, quedando en segundo
lugar la demanda oficial de tipo religioso.
Como ya se ha señalado, a finales del siglo IV a. C. se había
abandonado el equilibrio clásico y se adoptan otras características como la acentuación
del movimiento, la expresión del patetismo y de la tensión. En cuanto a los
temas, destaca la predilección por los temas alegóricos por un lado y de la vida cotidiana
o escenas anecdóticas por otro.
También se asiste al desarrollo de los retratos realistas, sin idealización y que se recrean en los defectos físicos,
en lo feo, en la vejez, etc.
Tenemos noticias de dónde radican las principales escuelas
escultóricas de este período, pero por
desgracia son muchas las obras de primer orden que no sabemos a cuál de ellas pertenecen. Las mejor conocidas son la Escuelas de Pérgamo
y la de Rodas. Ambas se caracterizan por su
inclinación hacia temas patéticos y la representación de movimientos
contorsionados y violentos.
La escuela de Pérgamo está representada por el monumento que conmemoraba
la victoria contra los gálatas (del que proceden las efigies del galo Ludovisi
y del galo moribundo) que tiene como autor a Epígono y el Altar de Pérgamo.
Las obras maestras de
la Escuela de Rodas son el grupo del Laocoonte
realizada por Agesandro, Polidoro y Atenodoro y la Victoria de Samotracia.
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La obra que hemos escogido
como emblema es Esbozo del Erecteo (en
Atenas) [Sketch of Erechtheum (in Athens)] pintado por el (italo) norteamericano
John Singer Sargent en 1891.
Entre 1890-1891 el artista
realizó el inevitable viaje a Oriente, (o Levante) en el que recaló en Venecia,
Rávena, Sicilia, El Cairo y otros lugares de Egipto, Constantinopla y,
naturalmente, Atenas. Desconocemos cual fue el orden exacto de este periplo. Al
artista no le movía el deseo de unas largas vacaciones ni la llamada del
exotismo, sino la necesidad de conocer de primera mano los estilos egipcio,
griego, bizantino e islámico, imprescindibles para las complicadas alegorías
que le había encargado la Biblioteca Pública de Boston (Massachusetts,
Estados Unidos).
John Singer Sargent escribe mal el nombre del monumento. En
inglés el monumento es conocido como «Erechtheum», pero el artista lo denomina «Erectheum».
La obra es un óleo sobre
cartón que mide 49,5 x 61 cm. Pertenece a una colección privada.
La imagen procede de la
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