Alexandre Brun: Vista del
Salón Carré [Salón Cuadrado] del Louvre (1880);
Museo del
Louvre, Paris, Isla de Francia (Francia).
1. APROXIMACIÓN
A LA HISTORIA DEL ARTE.
Concepto de Historia del Arte.
- La función social del arte. Su valoración en
distintos modelos históricos y culturas diversas. La obra de arte en su
contexto histórico.
- Colecciones y Museos. Funciones del museo en el
mundo del arte. Presentar el museo como centro de exposición, conservación
y estudio.
- La conservación del patrimonio artístico. Referir los cuidados que
necesita la obra artística. Criterios de conservación y restauración de
arquitectura y obra mueble.
________________________________________________________
Concepto de Historia del Arte.
La definición del Arte.
El Arte es la manifestación de la actividad humana mediante
la cual se expresan ideas, emociones o, en general, una visión del mundo, interpretando
lo real, lo imaginario o lo puramente abstracto con recursos plásticos,
lingüísticos, sonoros o mixtos.
El término «arte» procede del latín «ars», equivalente del
término griego « τέχνη» («techné», de
donde procede «técnica»). Originalmente se aplicaba tanto al conjunto de
procedimientos de que se sirve una ciencia o arte como a la habilidad para usar
de estos procedimientos.
Estas precisiones demuestran que el término «arte» engloba
un concepto complejo y cuyo sentido, contenido y alcance ha sido muy variable
en el espacio y en el tiempo. Por ello, la idea de arte ha generado a lo largo
de los siglos las siguientes cuestiones:
-
La dicotomía entre el arte y la técnica.
-
El debate entre el arte y la artesanía.
-
El criterio empleado para considerar a un
objeto como «obra de arte».
-
La diferencia, si la hay, entre la obra
original, las versiones, las réplicas, las copias y las falsificaciones.
-
La controversia entre lo vivo y lo pintado: la
relación entre el arte y la realidad.
-
La licitud de las imágenes: las que se permiten
y las que se prohíben; Iconolatría e iconoclastia.
-
El Arte como tradición o bien como creación, investigación
e innovación.
-
Arte y mercado: el valor intrínseco y el valor
material de la obra artística.
-
Arte y poder: el Arte como expresión de las
élites y las antítesis entre un arte «culto» y un arte «popular» y, en la
actualidad, un arte «de la cultura de masas».
-
La valoración del arte en distintas culturas y
momentos históricos y en la actualidad.
En respuesta a las
cuestiones anteriores, se debe presentar la obra de arte como documento
histórico, con la necesidad de analizarla en su contexto, del que a su vez se
tendrá una visión más completa tras su estudio. Por ello el estudio de la Historia del Arte se
revela como imprescindible, entendida como método para el análisis de las
manifestaciones culturales.
La
Historia del Arte.
La Historia
del Arte es una disciplina humanística, de carácter autónomo, que se preocupa
del estudio de aquellas obras, concebidas por los seres humanos, que responden
a los ideales de belleza determinados por una cultura. Como historia
especializada, es esencial para el conocimiento integral del pasado, puesto que
en la génesis y recepción de las obras de arte confluyen todo tipo de factores.
Pero, además, en virtud de su permanencia temporal, constituyen objetos
autónomos, plenos de actualidad, con un lenguaje propio, que configuran nuestra
sensibilidad presente.
La Historia
del Arte es una disciplina relativamente joven, pues da sus primeros pasos a
mediados del siglo XVIII, cuando comienza a estructurarse el conocimiento de
las obras artísticas de la Antigüedad Clásica. Con el tiempo se ha impuesto una
visión más amplia, intentando una descripción global del arte en todas las
civilizaciones y el análisis de sus producciones artísticas en términos de sus
propios valores culturales.
La
Estética.
La Estética
es la disciplina que se preocupa de definir la belleza desde un punto de vista
teórico. Guarda una estrecha vinculación con la Historia del Arte, con la que,
sin embargo, no puede confundirse. Cierto es que la búsqueda de la belleza es una constante y un
elemento motor de la Historia del arte, pero el arte no es sólo creación o
producción de objetos bellos. Además los artífices no sólo se preocupan por
reflejar la belleza, pues a menudo desean expresar sentimientos como la
confusión, el dolor o el sufrimiento. Igualmente se deben tener en cuenta
estilos (el egipcio, el románico…) en el que el concepto de belleza está
supeditado a la plasmación de contenidos doctrinales o de otro tipo.
La estética
estudia los valores que determinan los valores sensoriales, más o menos
intuitivos, y valores intelectuales cuya síntesis produce una determinada emoción
artística. Cuando en arte se trata de la belleza se está refiriendo, pues, a un
proceso complejo de contemplación y reflexión.
Estos
valores no son inmutable, ni mucho menos. De hecho cada cultura, cada época,
cada creador y cada observador, poseen unos valores estéticos determinados, que
resultan esenciales para comprender las directrices generales de las obras que
se analizan.
Efectivamente
cada cultura ha construido una jerarquía de valores estéticos, distinguiendo
entre «buen gusto» y «mal gusto». En la cúspide se encuentra lo «sublime» (que
extrañamente se puede definir como una belleza desaforada, que se sale de la
escala de valores) y en el otro extremo lo «kitsch» (lo pretencioso, lo pasado
de moda, la esencia del mal gusto).
El
Estilo.
El principal
criterio de clasificación empleado en la historia del arte es el estilo. Este
concepto se vincula con las coordenadas espacio-temporales de las obras de arte
y, en particular, con la valoración de sus consecuencias formales, sociales,
funcionales, iconográficas, ideológicas y simbólicas.
Cada
cultura, entendiendo por tal las aspiraciones colectivas que confluyen en un
momento y lugar determinados, conlleva unas tendencias artísticas afines. De
estas circunstancias nace el concepto de estilo, cuyo punto de partida es la
comprobación de que existen elementos comunes en obras realizadas durante un
período de tiempo en un marco geográfico concreto.
Hay que
tener en cuenta que el concepto de estilo no resulta del todo válido en la época
contemporánea. Desde los inicios del siglo XX hay que estudiar, más bien, corrientes
o movimientos artísticos, superpuestas en el espacio y con diversa duración
temporal.
Tradicionalmente se ha
analizado el estilo con un criterio biológico, según el cual las formas
artísticas se desarrollaría a lo largo de tres períodos: uno, el inicial, en el
cual se perfilarían sus rasgos característicos, otro en el que encontraría su plenitud
y un tercero marcado por el agotamiento de la creatividad y la decadencia.
Modernamente se
prefiere secuenciar la dinámica de los estilos, con etapa más objetivas y
precisas. Así, algunos especialistas
distinguen las siguientes fases:
a)
Fase preclásica: Es un
período de ensayos, en el que se comienzan a configurar unas formas que han de
ser las más características del estilo. Se suele aplicar a las obras de este
período el prefijo «proto» y el nombre del estilo correspondiente.
b)
Fase clásica: En esta etapa los artistas
alcanzan un dominio pleno de las técnicas que practican y crean obras marcadas
por el equilibrio y la contención. En etapa se fijan los aspectos distintivos que caracterizan el estilo.
c)
Fase manierista: Se
caracteriza bien por la anodina repetición de formas ya creadas, bien por una
originalidad que señala la personalidad del artista. Las obras de
este período suelen estar caracterizada por lo ambiguo y lo inestable.
d)
Fase barroca: Se
utiliza libremente el lenguaje formal de la fase clásica. Predomina en ella la integración de las
disciplinas artísticas en una sola obra, el aspecto decorativo y la artificiosidad
de los efectos. Todo esto se corresponden con la realidad estructural, pues con
frecuencia se enmascaran los procedimientos técnicos.
e)
Fase arcaizante: Se reacciona hacia la fase barroca del estilo inspirándose
en los modelos de la fase clásica. Con esta etapa finaliza la dinámica del
estilo.
f)
Fase recurrente: Interrumpido el ciclo evolutivo de un estilo, éste puede renacer siglos más tarde. Se genera un proceso de interpretación
de las formas para aplicarlo a una cultura completamente distinta a la
original. A las obras de esta fase se le suele aplicar el prefijo «neo» y el nombre del estilo correspondiente.
Entendido el proceso de evolución de los estilos, se hace
preciso introducir el concepto de reemplazo de un estilo por otro. Este cambio se
produce, bien por las transformaciones del contexto histórico, bien por la propia
dinámica orgánica de los estilos o por los caracteres internos del propio hecho
artístico. Con todo, existen estilos que pueden prolongarse a lo largo de los
siglos sin experimentar apenas variaciones.
Clasificación
de las Artes.
Las
producciones artísticas de una cultura, encuadradas en estilos o corrientes,
han de ser concretadas en una serie de disciplinas artísticas, con el fin de
facilitar su estudio por la Historia de Arte. Estas manifestaciones son las
siguientes:
-
La arquitectura: el arte de
proyectar y construir edificios. La adecuación a la función determina el
aspecto del monumento. Con todo, la relación con el entorno (el urbanismo y el
diseño de jardines) es un factor que resulta cada vez más influyente.
-
La
escultura: el arte de modelar, tallar, esculpir o moldear en diversos
materiales figuras y objetos tridimensionales. La principal distinción se
establece entre la escultura concebida de forma autónoma (escultura exenta) y
la diseñada en relación con la arquitectura (escultura adosada y relieve).
-
La
pintura: el arte de representación bidimensional con pigmentos de color sobre
un soporte rígido. De nuevo es la vinculación con la arquitectura la que
introduce la principal división entre una pintura mural (subordinada a los
edificios) y una pintura de caballete (transportable e independiente del marco
constructivo).
Estas tres
disciplinas o artes han sido consideradas en otro tiempo como las «artes
mayores» en oposición a las denominadas «artes menores». Actualmente se han
eliminados las barreras entre las diversas manifestaciones artísticas y se
consideran que todas ellas quedan integradas dentro de las expresiones de una
cultura. Por tanto, aparte de las mal llamadas «artes mayores», se deben
incluir en el campo de la historia del arte las siguientes técnicas:
-
El dibujo, cuyo soporte es el
papel. Con frecuencia se encuentra asociado a las tres «artes mayores», pero
goza de su propia autonomía.
-
La estampa o grabado, resultado de
un proceso de impresión de una plancha tintada.
-
La miniatura, generalmente incluida
en la pintura, cuando consta de técnicas y procedimientos que la singularizan
como una disciplina aparte.
- Las consideradas anteriormente
«artes menores» y en la actualidad son denominadas «artes decorativas» (por
desempeñar funciones ornamentales) o «artes suntuarias» (por vincularse
tradicionalmente con el lujo). Para facilitar su estudio se recurre a agruparlas por el material o técnica con las
que realizan:
●
Metal: empleado por la orfebrería,
la platería y la rejería.
●
Madera: empleada por la ebanistería
y las techumbres.
●
Cuero: para la encuadernación,
vestimenta, calzado y diversos adornos.
●
Textiles: abarca los tejidos, alfombras,
tapices y encajes.
●
Piedras duras: la glíptica y el
mosaico y, en ocasiones, la orfebrería.
●
Piedras blandas: vinculado a la
yesería.
●
El ámbar, el coral y el marfil:
materiales empleados en la orfebrería (los dos primeros) y en la eboraria (el
último).
●
El fuego: reúne a la cerámica, el
esmalte, el vidrio, la vidriera y la azulejería.
En la época
contemporánea la clasificación de las artes ha sufrido radicales
transformaciones:
-
En primer lugar se han ido
introduciendo nuevos vehículos para la expresión artística:
●
La fotografía.
●
El cartel y otras artes gráficas.
●
La cinematografía.
●
La historieta o comic.
●
Los objetos de uso doméstico y
diseño industrial.
●
Las nuevas tecnologías ligadas a
los medios de masas: la televisión, el llamado «Video Art», las distintas
formas de arte digital, etc.
-
También se han incorporado una
serie de géneros que combinan diversas técnicas y que cuestionan tanto la
separación entre disciplinas artísticas como el propio valor de la obra de
arte. Se trata de la instalación, la intervención, el land-art, la performance…
-
Finalmente se consideran como
expresión artística digna de ser estudiada géneros como el grafiti, la
publicidad o el video-clip. De hecho, algunos de sus autores alcanzan la
celebridad y algunas de sus manifestaciones entran en el mercado del arte o,
incluso, se exhiben en museos. Incluso
el kitsch (objetos de mal gusto) entraría en este reconocimiento de lo
aparentemente banal o efímero.
- La función social del arte. Su valoración en distintos modelos históricos y culturas diversas. La obra de arte en su contexto histórico.
La función social del arte.
Desde que se comenzó a
reflexionar sobre el quehacer artístico, éste ha sido considerado como uno un
instrumento de la cohesión cultural necesaria para el desarrollo de la
sociedad. En las primeras civilizaciones el arte actúa como un intermediario
simbólico entre la naturaleza y el mundo y justifica la organización social. El
arte, pues, al desempeñar una función cultural, ejerce igualmente una función
social.
El análisis de la función social del arte
consiste en aproximarse al concepto y a la instrumentalización de la obra de
arte a través de la Historia, conociendo los múltiples cometidos que ha
cumplido y cumple el arte en la sociedad.
-
Función trascedente o mágico-religiosa:
consiste en ligar al arte con la religión, en concreto con rituales y otras
formas de contacto con lo sagrado.
-
Función ideológica, pedagógica o didáctica: El
arte transmite el pensamiento y la ideología de las clases dominantes o del
propio artista. En el caso de las obras religiosas resulta difícil distinguir
hasta qué punto se expresa una función trascedente, una didáctica o ambas.
-
Función estética: La obra de arte se limita a
reflejar los valores estéticos de la época y suele consistir en un capricho del
artista o presentar un uso meramente
ornamental. La interpretación de «el arte por el arte» ha tenido muchos
seguidores en otro tiempo, pero actualmente resulta difícil encontrar obras
anteriores al siglo XIX que se hayan creado por pura estética.
- Función mercantil: las obras de arte adquieren
un valor de cambio y se convierten en un producto más. El mercado del arte se
justifica por la excelencia de unas élites que emplean estas obras como signo
de opulencia y prestigio.
Como puede suponerse, una misma obra puede
presentar dos o más funciones; así la mayor parte de las obras religiosas
reflejan el concepto de belleza imperante en la época en la que fueron creadas.
Igualmente las funciones suelen cambiar con el tiempo. Por lo demás las funciones de la obra de arte, no emanan
solo, de la intención del artista, sino también del espectador, que toma parte
activa en la obra.
Un recorrido habitual
es el de la obra de arte que queda fuera de su contexto: pierde su función religiosa
o ideológica, y pasa a ser admirada por sus valores estéticos o por el precio
que alcanza en galerías o casas de subastas.
La consideración social del artista.
En
cualquier caso, el estudio de la función del arte en una sociedad no puede entenderse
sin tener en cuenta la consideración que ha merecido el artista en esa misma
sociedad. Una vez más, nos enfrentamos a un concepto cambiante, pues el aprecio
por el artista ha variado a lo largo de la historia, al igual que el concepto
de arte y sus funciones sociales.
En
líneas generales, el creador de obras de arte ha pasado del nivel de simple
artesano a ser considerado como un genio creativo, capaz de generar obras
irrepetibles. Esta evidente mejoría ha necesitado un largo recorrido histórico,
pues, con la excepción de la Grecia Clásica hay que esperar al Renacimiento
para el artista que adquiera un reconocimiento social y abandone el anonimato.
Es en eta etapa también cuando se forja el concepto de genio, aplicado a
alguien con una capacidad creativa extraordinaria.
El
ascenso social del artista no hubiera podido conseguirse sin la consolidación
de las figuras del comitente, el coleccionista, el mecenas, el marchante y el
crítico.
El
comitente es quién encarga al artista una obra concreta y tiende a ver
reflejada en ella distintos intereses.
El
coleccionista es el comprador de obras de arte interesado por poseer obras de
un autor, período, tema o cualquier otro criterio selectivo, bien por estética,
por deseo de ostentación o como inversión. Con frecuencia el coleccionista es
también comitente.
El
mecenas se diferencia del coleccionista en que estimula la creación
de obras de arte, y no sólo mediante la compra de estas obras, sino creando las
condiciones para el desarrollo del arte, generalmente apoyando económicamente a
los artistas. Solían (y suelen) ser personas ricas y poderosas.
El marchante es un
agente especializado en el mercado del arte. Ejerce como intermediario entre
artistas y galeristas y entre galeristas y clientes. Suelen prestar apoyo a los
artistas a cambio de comercializar su obra.
El crítico canaliza el
gusto personal y colectivo. A diferencia de comitentes, coleccionistas, mecenas
y marchantes no participa directamente en el mercado del arte, bien que ha
acabado por adquirir un papel considerable en la carrera de los artistas y en cotización
de sus obras.
La obra de arte
en su contexto histórico.
Como conclusión, en la
producción de las obras de arte intervienen
múltiples parámetros, de tal forma que el proceso creativo está
condicionado en mayor o menor medida por factores técnicos, sociales,
políticos, religiosos, económicos, ideológicos, estéticos y culturales que
confluyen en un momento histórico. La obra de arte ha de verse, pues, como un
testimonio privilegiado para el conocimiento de las épocas pasadas. Mediante un
análisis adecuado, las piezas artísticas pueden servir como reveladores
documentos históricos. Es más, la conservación de algunas piezas singulares han
contribuido de forma decisiva en la reconstrucción del pasado y en la
configuración de la visión que tenemos de las culturas que nos han precedido.
Los métodos de
la Historia del Arte.
Desde su aparición, la
Historia del Arte ha ido desarrollando diversos métodos en el estudio de la
creación artística. Las principales tendencias historiográficas son las
siguientes:
- El positivismo: Analiza la producción artística
en función del estudio del medio en el que se desarrolla. Los seguidores de
este movimiento otorgan un papel rector a las influencias geográficas,
históricas, étnicas, antropológicas, religiosas y culturales. Este método
supuso un avance espectacular en la historiografía del arte, al vincular la
obra de arte con el entorno natural y cultural en el que se gestó.
-
El historicismo: pretende la compresión de la
creatividad artística subrayando el carácter histórico. La labor de
documentación, datación y clasificación rigurosa se considera fundamental. Esta
metodología ha estimulado el establecimiento de cronologías, la consulta de
archivos y el empleo de ciencias auxiliares (desde la heráldica y la
paleografía a los rayos X y el carbono 14).
-
La sociología del arte: estudia la
correlación arte-sociedad y la forma en que la producción artística está
condicionada por su contexto histórico y social. El arte entendido como
manifestación o reflejo de las infraestructuras económicas, superestructuras
ideológicas o las divisiones de la sociedad en clases, son aspectos que
preocupan a los especialistas en esta tendencia. Este método tiene una importancia capital en
ámbitos como el estudio del mercado del arte o la consideración social del
artista.
-
El atribucionismo: Se basa en estudiar la obra
de arte por sí misma, sin recurrir a otras fuentes. Los seguidores de esta
tendencia creen que en la pieza artística existen detalles y características lo
suficientemente relevantes que permiten la identificación (o atribución) del
autor. La creación de catálogos y la clasificación en escuelas, maneras y
estilo son las grandes contribuciones de esta tendencia.
- El formalismo: esta teoría coloca el énfasis en
las formas, entendidas en sentido abstracto, como verdaderas constituyentes de
la experiencia estética. Las grandes aportaciones de esta corriente son el
concepto de estilo y la superación de la barrera entre artes «mayores» y
«menores».
- La iconografía y la iconología: reivindica la
necesidad de estudiar el significado y la función de las obras de arte,
relacionando temas y símbolos con las fuentes literarias que permiten
interpretarlos. Esta corriente de pensamiento ha contribuido a superar el
problema fondo-forma y ha permitido interpretar gran cantidad de obras
consideradas enigmáticas.
-
La psicología de la forma (Gestalt): estudia
las imágenes tanto en función de las experiencias vitales del creador, como del
resultado que producen en el inconsciente individual o colectivo. Esta doctrina
presenta gran importancia en los procesos de creación y fruición (disfrute,
goce) de la obra.
-
El psicoanálisis: busca la explicación del
dinamismo artístico, la psicología del artista y sus procesos artísticos, en
suma la verdadera naturaleza anímica del creador. Esta se revela mediante detalles y símbolos
presentes en las obras de arte y en los que el autor desliza sus complejos y
obsesiones. Esta técnica de estudio ha contribuido en gran medida a interpretar
la vida y obra de algunos maestros.
-
La fenomenología: la aplicación de esta
filosofía al arte se centra en los objetos y en la percepción que se tiene de
ellos, destacando la manera singular («estilo») en la que el artista contempla
el motivo que plasma. Dentro de su complejidad, esta corriente es la que más se
acerca a los contenidos «inefables» que convierten a un objeto en una obra de
arte.
-
El estructuralismo: Este método parte de la
consideración del arte como un tipo de lenguaje, de tal forma, que la obra de
arte se construye como un sistema de signos similar a la de un texto y con la
misma intención comunicativa. La principal aportación de este método es el
énfasis puesto en el análisis de la obra de arte.
-
La semiótica: busca desvelar
el significado o significados codificados de un objeto estético. La
interpretación de cualquier obra de arte depende de la identificación del significado
denotativo (el reconocimiento de un signo visual) y el (las
asociaciones culturales que se asocian al reconocimiento). La principal aportación
de esta teoría es la relevancia concedida al espectador.
Evidentemente el empleo
de uno sólo de estos métodos ofrecerá una visión reduccionista y sesgada de la
obra artística. Se hace preciso recurrir a la pluralidad de enfoques y a la
senda interdisciplinar para realizar un análisis racional de la obra de arte,
el artista y su contexto histórico.
- Colecciones y Museos. Funciones del museo en el mundo del arte. Presentar el museo como centro de exposición, conservación y estudio.
Las colecciones.
El deseo de poseer
obras de arte para disfrute privado es la base del coleccionismo. Su historia arranca
del mundo antiguo pero fue, sobre todo, a partir del Renacimiento cuando se empieza a apreciar el mérito y originalidad de las
obras, más allá de su función original. A partir de entonces, muchas obras de
arte ya no se producían por encargo, sino para un mercado abierto formado por
coleccionistas. También entonces surgió la arqueología, que recuperaba vestigios antiguos para
formar colecciones que aunaban belleza e historia.
Bajo estas premisas se formaron las grandes colecciones
de arte y de antigüedades de los siguientes estamentos sociales:
-
Los papas y altas dignidades eclesiásticas: sus
colecciones estaban vinculadas al cargo, aunque a veces pasaban a la familia a
la que estos personajes pertenecían.
-
Reyes y alta nobleza: sus posesiones
constituían un patrimonio personal que pasaba del padre al hijo sucesor,
mediante la institución del mayorazgo. Las obras podrían venderse, cederse o
intercambiarse, aunque esto sucedía raramente.
-
Alta burguesía: las colecciones se repartían
entre los hijos, por lo que rara vez se consolidaban.
A lo largo
de la segunda mitad del siglo XVIII y la primera del XIX las colecciones de los
papas y los reyes se convirtieron paulatinamente en museos. En la misma época la
mayor parte de las propiedades de los nobles se dispersó. Los grandes
coleccionistas de arte pasaron a ser los grandes banqueros y los industriales
más prominentes, tanto por admiración a la belleza como por sólida inversión
económica. En cualquier caso, tenían a su disposición un pujante mercado de
obras de arte, alimentado por la ausencia de control sobre la exportación del
patrimonio artístico.
Las
colecciones privadas de importancia de los siglos XIX y primera mitad del XX se
han ido convirtiendo en museos en su mayor parte. Algunas continúan en manos
privadas (familias adineradas, fundaciones, entidades bancarias) pero permiten
la visita de sus fondos y han establecido convenios con el estado. Otras por
donaciones, legados testamentarios o por compra han pasado a presentar una
titularidad estatal. En este último caso las obras de la colección pueden
exhibirse de tres formas:
-
Integradas en los fondos de uno o
varios museos estatales.
-
Dedicar en un museo una serie de
salas diferenciadas (normalmente bautizadas con el nombre de la colección).
-
Presentarse en un museo dedicado en
exclusiva a mostrar los fondos de la colección. Precisamente muchas colecciones
han sido legadas al Estado bajo esta condición.
Con todo,
no sólo perviven colecciones privadas de arte de cierta entidad, sino se crean
nuevas colecciones como lo demuestra la pujanza del mercado de obras de arte y
antigüedades. De hecho el círculo de grandes coleccionistas se ha ampliado a
los denominados «países emergentes».
Estas colecciones privadas pueden permitir el
acceso restringido de visitantes. Otras, en cambio, lo prohíben expresamente.
De hecho, las obras de artes que permanecen en manos privadas pueden no
encontrarse expuestas en un lugar acondicionado para este fin, sino custodiadas
en un banco o cámara de seguridad o bien dispersas por las propiedades del
dueño, como meros elementos decorativos.
Los museos.
El museo es una
institución artística de titularidad pública o privada destinada a la
exhibición pública y permanente de las obras de arte.
Hasta finales del siglo
XVIII las colecciones de arte tenían un carácter exclusivamente privado y su
acceso se encontraba limitado a círculos muy restringidos de cortesanos, artistas
e intelectuales. Aunque la idea de museo no era ajena al pensamiento de la
Ilustración, el primero que surge con un criterio totalmente abierto al público
es el Museo del Louvre, en donde se expusieron los tesoros recientemente expropiados
a la corona francesa, a la iglesia y a la nobleza. El origen de los grandes
museos europeos, formados a lo largo del siglo XIX, es el mismo: la apertura de
las grandes colecciones reales, generalmente.
Las desamortizaciones
religiosas, las confiscaciones de bienes a los nobles y los botines de guerra
contribuyeron a engrandecer los primeros museos, incrementándose posteriormente
sus fondos mediante las donaciones y las compras. Al igual que las colecciones
privadas de la época, algunos museos se beneficiaron de una permisiva
legislación que justificaba el expolio artístico de las naciones empobrecidas o
más atrasadas.
De los museos
decimonónicos a los actuales, se ha recorrido un largo camino que pasa por la
concepción de la necesidad de una arquitectura específica para los fines del
museo, el paso de una exposición acumulativa a una exposición selectiva y el
cambio de finalidad del propio museo, que debe superar la exposición del objeto
singular, a la visión global de sus propias colecciones y a facilitar las
relaciones entre la obra y el espectador.
Por otra parte, se ha
consolidado la figura del museo de arte contemporáneo, en los que la naturaleza
de las obras y su relación con el espectador varía notablemente respecto a la
establecida en los museos tradicionales. Por otra parte, al mantener una
estrecha relación entre creación, exhibición y conservación, estos museos se
reservan la denominación de «centros de arte».
Funciones del
museo en el mundo del arte.
Las funciones de los
museos actuales son adquirir, conservar, investigar, documentar, exhibir y
difundir sus colecciones, así como las obras en depósito, préstamo, o de las
exposiciones temporales.
La adquisición origina
y sustenta la existencia física y real de la entidad. Determina como se
conforma y se incrementa la colección. Se centra en el desarrollo de los
diversos medios legales para garantizar la propiedad definitiva del museo sobre
cada pieza de la colección, mediante la compra, el legado, el canje, el
hallazgo en excavaciones promovidas por el museo, traslado de inventarios
oficiales o traspaso de objetos confiscados por el estado.
La conservación es una
finalidad imprescindible y justifica en sí misma la existencia del museo. El
museo conserva los bienes culturales con el objetivo de garantizar su
transmisión a las generaciones futuras. La conservación se realiza en dos
vertientes: la conservación preventiva y la restauración.
La investigación es una
de las tareas básicas que tiene encomendada los museos en todos sus ámbitos de
actuación. Constituye, además, el fundamento a todas las funciones de estas
instituciones, pues no se puede proteger, conservar ni difundir de manera
adecuada el Patrimonio sin conocerlo previamente. Para desarrollar esta función
los museos disponen de herramientas como biblioteca, archivo, laboratorio y
talleres.
La documentación se perfila hoy como una de las funciones más
importantes del museo. Los museos pueden configurarse como “centros de
documentación”, esto es como instituciones que reúnen, gestionan y difunden
información de carácter cultural, información que puede llegar a tener igual o
incluso más valor que las propias colecciones.
La exhibición se considera la base del resto de las funciones del museo.
Se centra en permitir al público la contemplación de la obra de arte,
garantizando al mismo tiempo su conservación y seguridad. Por ello se buscan
presentaciones selectivas, sensibles e interpretativas de las piezas, lo que
implica un diseño espacial, lumínico y gráfico que logre interpretar y
transmitir tanto la singularidad de la pieza como el conjunto de la colección.
La difusión se concentra en proyectar a la sociedad el conocimiento
alcanzado por el museo sobre sus colecciones y su disciplina científica. Se
promueven así, el desarrollo de acciones que permitan transmitir esos
conocimientos hacia la sociedad, mediante publicaciones, visitas guiadas,
visitas-conferencia, guías didácticas, utilización de los medios audiovisuales,
exposiciones temporales y/o itinerantes…
El museo como centro de exposición, conservación y estudio.
El gran reto de los museos actuales es librarse de su concepción
decimonónica de depósito de lujo y de espacio inmóvil. Se hace preciso luchar
contra la pasividad del público, aplastado por el peso de la tradición y
convertir al visitante en sujeto activo de la experiencia estética.
Para ello, en primer lugar, se hace preciso renovar la concepción
arquitectónica del museo. Éste ha de
contar con espacios para la restauración, la investigación y las exposiciones
temporales. Igualmente, y sin caer en el mercantilismo, se deben incluir en el
proyecto restaurante y tienda.
Seguidamente los gestores de los museos deben esforzarse en instalar con
criterios pedagógicos las piezas y acompañar la colección permanente con una
programación de actividades que hagan del museo un instrumento productor de
comunicación y difusor de cultura.
Por último urge que los patronos y administradores definan una política
coherente de nuevas adquisiciones, consistente en completar las carencias
mediante la aportación de fondos públicos, pero también a través del mecenazgo
de entidades privadas y de la esponsorización o patrocinio publicitario. Se
debe alentar, además, la participación de la sociedad a través de las
asociaciones de amigos de los museos.
En suma, el museo debe ser un lugar dinámico de encuentro, de
colaboración y convocatoria cultural ciudadana que acerque el patrimonio
artístico y las posibilidades creativas del arte contemporáneo a la sociedad.
- La conservación del patrimonio artístico. Referir los cuidados que necesita la obra artística. Criterios de conservación y restauración de arquitectura y obra mueble.
La conservación del patrimonio artístico.
Con el transcurso de
los años los objetos del pasado van perdiendo la función y utilidad para las
que habían sido creados en un principio. Poco a poco se convierten en
testimonios de otras épocas, pasan a tener su propia historia y se transforman
en objetos culturales que constituyen el patrimonio histórico de los pueblos.
Con el fin de
preservar, no sólo las obras de arte con pasado histórico, sino también todos
aquellos objetos que puedan tener un valor significativo para nuestra cultura,
aunque sean de reciente creación, empleamos con frecuencia la expresión bienes culturales en lugar de patrimonio cultural histórico.
Son bienes culturales,
según el manifiesto emitido por la Convención de La Haya de 1945 los bienes
(muebles e inmuebles), que tengan una gran importancia para el patrimonio
cultural de los pueblos, como las construcciones de interés histórico, los
campos arqueológicos, las obras de arte, manuscritos, libros, colecciones
científicas, colecciones importantes de libros, museos, bibliotecas, archivos y
centros monumentales. Con posterioridad se les han añadido las imágenes en
movimiento.
Conservación y restauración de los bienes
culturales.
La restauración tiene
como fin asegurar la pervivencia de los bienes que por su valor artístico o por
su importancia histórica merecen ser conservados. Por ello es fundamental que se
actué con criterios objetivos cuando se seleccione lo que merece la pena que
sea protegido, con el fin de impedir su pérdida o destrucción.
Hoy en día parece
indiscutible que los pasos para una correcta restauración han de ser primero,
catalogar las piezas; segundo, analizar su estado de conservación; tercero
conocer su historia. Los criterios de restauración variarán en función de si se
pretende devolver a la obra su valor artístico y cultural exclusivamente o
darle una utilidad diferente.
En la conservación y
restauración de las obras pictóricas y escultóricas, la primera tarea consiste
en poner fin al deterioro, consolidando o sustituyendo los soportes.
Seguidamente se debe hacer una limpieza que libre a la pieza de repintes,
hongos o carcoma. Esta limpieza tiene que respetar los testimonios históricos
que el tiempo ha podido añadir. Por último se puede restituir lo perdido
empleando técnicas y materiales similares, pero no idénticos a los de la obra
original, de tal forma que el observador pueda hacerse una idea de las formas
de la obra original, pero que perciba donde acaba lo conservado y donde
comienza lo añadido. Estos procedimientos facilitan la eliminación de lo
restituido si cambian los criterios de exposición o restauración. De todas
formas, cuando la obra pictórica o escultórica está reducida a fragmentos, se
debe exponerlos por separado, o bien integrarlos en un armazón metálico que
sugiera la forma o disposición original.
En las obras arquitectónicas
los procedimientos son similares (consolidación, limpieza y restitución). Con
todo, en los últimos siglos se han planteado diversas teorías sobre la
restauración de edificios, generando una viva controversia entre las distintas
tendencias. Básicamente, el debate gira en torno a estas dos formas de
intervención:
-
La restauración «estilística» que pretende
devolver a los monumentos su estilo o apariencia original, eliminando todos los
añadidos posteriores, reinventando las partes desaparecidas, e incluso completando las partes que no
pudieron terminarse en su tiempo.
-
La conservación preventiva que defiende la conservación
del edificio – o de la ruina – tal y como ha llegado hasta la actualidad, consolidando
lo existente, respetando los añadidos históricos, reparando lo indispensable y
en último extremo restituir, dejando constancia de los elementos modernos para
su reconocimiento.
Las actuales tendencias
de la restauración arquitectónica siguen los dictados de la conservación
preventiva, aunque van ganando terreno las corrientes más intervencionistas,
que abogan no solo por conservar lo antiguo, sino por incorporar elementos
procedentes del diseño contemporáneo. Con esta radicalidad se intenta otorgar
una dimensión viva al edificio e integrarlo en la actualidad.
En cualquier caso, los
criterios de intervención parten del uso que se desea dar al edifico: si se
quiere dejar como ruina (bien que consolidada), si se opta por mantener su
función original o si se decida adaptarla a alguna necesidad de la sociedad
contemporánea.
En cualquier caso, se
ha superado el concepto decimonónico de la obra arquitectónica como «monumento
singular» y actualmente se tiene actualmente en cuenta no sólo el edificio,
sino también su entorno, sin el que la obra quedaría totalmente
descontextualizada.
Frecuentemente el edificio se integra en un
centro histórico o conjunto urbano. Por tanto, más que en escoger un criterio
para restaurar un monumento, se debe diseñar un plan integral que rehabilite
barrios enteros, y que combine el respeto por el legado constructivo de los
siglos con la necesidad de revitalizar y adecuar estos edificios a las
necesidades del mundo actual.
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La
imagen que hemos escogido como emblema es un óleo sobre lienzo de pequeñas
dimensiones (23 x 32 cm.) pintado por Alexandre Brun en torno a 1880. El título
es Vista del
Salón Carré [Salón Cuadrado] del Louvre. El propietario del cuadro es el propio Museo del Louvre (Paris, Isla de Francia, Francia).
La reproducción del óleo procede del
álbum de flickr de la londinense Gandalf’s Gallery. Seguidamente se reproducen
enlaces hacia el álbum y hacia la imagen en cuestión:
© Gandalf’s Gallery.
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