domingo, 30 de noviembre de 2014

Tema 3: Arte Egipcio


Walter Launt Palmer: El Templo de Kom-Ombo (1892);
¿Colección Particular?

3.    ARTE EGIPCIO

Introducción.
1.     Arquitectura. La tumba y el templo.
2.     Formas y características de la escultura y la pintura.
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Introducción

La antigua civilización egipcia se desarrolló en el valle del Nilo. Las fronteras se situaban en Nubia al sur (el actual Sudán), en el desierto de Libia al oeste y en el Istmo de Suez en la esquina noreste. En el norte el país se asomaba al Mar Mediterráneo y hacia el este, tras recorrer el istmo, se encontraba el Mar Rojo. El canal de Suez es obra del siglo XIX, bien que los antiguos egipcios trabajaron en un proyecto semejante.

El río Nilo fue la razón de ser de Egipto. En medio de inhóspitos desiertos donde la lluvia es muy escasa, el río da lugar a un largo y estrecho oasis de extraordinaria fertilidad. Una vez al año, el Nilo experimenta una espectacular crecida que inunda el valle. Cuando las aguas vuelven a su nivel habitual, las tierras han quedado cubiertas de un limo negro en donde crece con facilidad cualquier cultivo. Una riqueza agraria tan notable originó una civilización próspera. Pero para su supervivencia se hizo imprescindible la existencia de un sólido poder estatal que controlase la inundación, canalizase las aguas, organizase los drenajes y compartimentase los campos.  Por todo ello se considera que el Antiguo Egipto debe ser considerado como una civilización fluvial de base agraria.

El Nilo al mismo tiempo es el medio de comunicación que pone en contacto una red de ciudades y aldeas que se extienden a lo largo de mil kilómetros de distancia. También es el responsable la división de Egipto en dos territorios bien diferenciados:

- El Alto Egipto. Designa al valle encajonado del Nilo navegable entre la primera catarata y el delta. La ciudad más importante es Tebas que ejerce de capital del reino durante cientos de años.

- El Bajo Egipto. Abarca el Delta, una llanura bien regada durante todo el año por un sistema de canales. Su capital fue Menfis, justo en la confluencia con el Alto Egipto.

La milenaria historia de Egipto comienza con la unificación de Alto y del Bajo Egipto por el primer faraón Narmer, hacia el 3.400 a.C.  En este momento, además, se registra la aparición de la escritura.   Se inicia entonces la civilización egipcia, cuyo extensísimo desarrollo cronológico ha sido dividida en tres etapas (Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo). Estas tres fases están precedidas por un período, el protodinástico o época Tinita (anterior a Narmer). Además se cuentan tres épocas de crisis e inestabilidad llamados períodos intermedios (entre el imperio antiguo y el imperio medio, entre el imperio medio y el imperio nuevo, y entre  el imperio nuevo  y la época baja, respectivamente. La documentación conservada ha permitido distinguir y fechar las treinta y una dinastías que gobernaron el país a lo largo de su historia.

El esquema cronológico del Antiguo Egipto sería, por tanto, el siguiente:

1. Época Tinita (3.000 – 2.700 a. C.) con capital en Tinis.
2. Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.)  con capital en Menfis.
3. Primer período intermedio: (2.200 – 2.000 a. C.)
4. Imperio Medio (2.000 - 1.750 a. C.)  con capital en Tebas .
5. Segundo período intermedio (1.750 – 1550 a. C.).
6. Imperio Nuevo (1.550 - 1070 a. C.) con capital en Tebas.
7. Tercer período intermedio (1.070 – 650 a. C.)
8. Época baja: 650-333: época de decadencia marcada por el dominio de los persas.
9. Dominio griego y romano: 333 – 30 a. C, y 30 a. C -395 respectivamente.

Se debe tener en cuenta que en las épocas de crisis, el Alto y el Bajo Egipto vivieron historias separadas.

- En el Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.) se levantaron las grandes pirámides de Saqqara y de Gizeh, obra de los faraones de la III y la IV dinastía. La capital se sitúo en Menfis.

- En el Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.) se vuelve a la unidad bajo una dinastía de Tebas. Faltan en esta etapa las grandes realizaciones arquitectónicas del resto de los períodos, bien que se establecen en esta fase las tipologías edificatorias que caracterizarán al Imperio Nuevo.

- En el Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.) Egipto rompe su aislamiento tradicional y mantiene una activa política exterior que le hace llevar sus fronteras hasta Nubia y Siria. Es el periodo de construcción de los grandes templos de Luxor y Karnak en Tebas. En el devenir de este período destaca la figura del faraón Amenofis IV- Akenatón, que intentará cambiar la religión politeísta por un culto monoteísta al dios Atón. Esta revolución religiosa careció de continuidad y sus sucesores reinstauraron los dioses y rituales tradicionales.

A partir del siglo XII a. C., Egipto entró en una fase de decadencia, en la que sufrió invasiones de diferentes pueblos: libios, etíopes, asirios y persas. Finalmente, en el siglo IV a. C., Alejandro Magno lo incorporó a sus posesiones.  Como es sabido, este imperio se disolvió poco después de la muerte del monarca macedonio, y uno de los generales de Alejandro, Ptolomeo, se convirtió en rey de Egipto, fundando la dinastía ptolemaica o de los lágidas. Sus sucesores se mantuvieron en el poder hasta que en el siglo I a. C, los romanos conquistaron el reino.

Bajo el dominio de Roma, la progresiva helenización y la propagación del cristianismo  terminarán por hacer desaparecer la milenaria civilización egipcia, olvidándose incluso la escritura jeroglífica.

Durante toda su historia, la civilización egipcia dependía de una economía fundamentalmente agraria, basada en el cultivo del cereal y los productos hortofrutícolas. Menor importancia presentaban, en la obtención de los recursos, la ganadería, la caza y la pesca.

El estado detentaba el monopolio de las minas y el comercio exterior. Ése último estaba orientado hacia la importación de productos exóticos y de esclavos.

La sociedad estaba estructurada en varios grupos: en primer lugar se encontraban el faraón y su familia; a continuación se situaban, en el rango de importancia, los altos funcionarios (de la administración y del ejército) y los sacerdotes; después los funcionarios menores (los escribas), los soldados, mercaderes, los artesanos y los campesinos. En el último peldaño de la escala social se hallaban los esclavos, su condición se debía a diversos factores: nacimientos, delitos, deudas y prisioneros de guerras. Frente a otras civilizaciones de la Antigüedad, en la sociedad egipcia os esclavos desempeñaban un papel muy secundario.

En cuanto a la política y la administración, el faraón concentraba todo el poder, bien que se servía de los funcionarios de la administración y de los mandos del ejército. El faraón era considerado una figura divina y ejercía su dominio con la ayuda de los sacerdotes, quienes, en momento de crisis, concentraron mucho poder.

La religión egipcia era politeísta, con un elevado número de deidades locales. Existía una casta sacerdotal muy organizada, que controlaba el culto. Uno de los rasgos destacados de la religión egipcia era el culto a los muertos, pues creían en la pervivencia del alma tras la muerte. Para conseguir la vida eterna debía conservarse el cadáver de la mejor forma posible, lo que exigía el proceso de momificación.

Los antiguos egipcios usaron tres tipos básicos de escritura: jeroglífica, hierática y demótica. Llegaron a poseer un corpus literario extenso, que abarcaba todos los géneros. Las ciencias en la que alcanzaron sus mayores logros fueron las matemáticas y la medicina.

El papel del arte en Egipto era fundamental, pues se convertía en el vehículo de la autoridad del faraón, expresaba las creencias religiosas, resultaba imprescindible para el culto y además garantizaba la inmortalidad de alma. Con todo, los artistas eran considerados como simples artesanos y carecían de toda consideración social, al igual que en el resto de civilizaciones de la Antigüedad. Por tanto, el artífice no es un creador, sino un ejecutor anónimo que cumple con unas normas preestablecidas. Se escapan de este panorama de oscuridad algunos arquitectos cuyo nombre quedó registrado en las crónicas, pero hay que considerarlos más bien como cancilleres, visires o encargados de obras.

1.     Arquitectura. La tumba y el templo.

La geografía de Egipto favorece la creación de una cultura que evoluciona con continuidad y en la que las influencias exteriores son relativamente escasas. Configuradas las condiciones políticas y establecidos los fundamentos de las creencias religiosas, y su liturgia en una fecha tan temprana como el 3.000 a. C., la aparente inmutabilidad del mundo egipcio es el distintivo de esta civilización. Las regulares crecidas del Nilo no sólo rigen la economía del país; también contribuyen a esa visión del mundo marcada por la repetición de ciclos.

Toda la vida egipcia está regida por la religión, que otorga al faraón un carácter divino y que cree en la existencia de una vida ultraterrena en íntima conexión con la vida material. De aquí se deriva la grandiosidad arquitectónica y su simbolismo, en íntima conexión con los conceptos de la inmutabilidad de las creencias y la permanencia del poder, al margen de las circunstancias del acontecer histórico.

El papel del arte en Egipto era fundamental, pues se convertía en el vehículo de la autoridad del faraón, expresaba las creencias religiosas, resultaba imprescindible para el culto y además garantizaba la inmortalidad de alma. Con todo, los artistas eran considerados como simples artesanos y carecían de toda consideración social, al igual que en el resto de civilizaciones de la Antigüedad. Por tanto, el artífice no es un creador, sino un ejecutor anónimo que cumple con unas normas preestablecidas. Se escapan de este panorama de oscuridad algunos arquitectos cuyo nombre quedó registrado en las crónicas, pero hay que considerarlos más bien como cancilleres, visires o encargados de obras

La importancia concedida por la religión egipcia a la vida de ultratumba y al culto de los dioses, explican que las construcciones más características de la arquitectura de esta civilización sean las tumbas y los templos.

Comenzando por la arquitectura funeraria,se distiguen tres tipologías de enterramientos: la mastaba, la pirámide y el hipogeo.

Los primeros edificios mortuorios aparecen en el período protodinástico  (3.100 – 2.700 a.C.) en el Bajo Egipto. Estos edificios se llaman mastabas y son sepulturas de planta rectangular y estructura trapezoidal. Estaban realizadas en adobe y piedra. Están constituidas por cuatro partes: un pozo excavado bajo la construcción que iba hasta la cámara funeraria, la cámara funeraria en sí, donde se depositaba el sarcófago del difunto, una capilla a ras del suelo para depositar las ofrendas y una falsa puerta en el lado oriental para que el alma del difunto pudiera salir y entrar con libertad.

En la III dinastía, ya en el Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a.C.) se registra la evolución de la mastaba a la pirámide como forma de enterramiento. La primera pirámide está destinada al enterramiento del faraón Zoser y se construye en la necrópolis de Saqqara. Se trata de una pirámide escalonada, formada en realidad por seis mastabas superpuestas. Se conoce el nombre del arquitecto o responsable de las obras: Imhotep.

Durante esta misma dinastía se levantó la falsa pirámide de Meidum. Esta obra es una pirámide escalonada revestida de bloques, para dar la apariencia de una pirámide verdadera de caras lisas.

Ya en IV Dinastía se construye la pirámide acodada de Snefru, en Dashur. Esta pirámide representa la transición hacia una pirámide perfecta; tiene 186 m. de base y mide 101 m. de altura.

Posteriormente se construirán las pirámides de la meseta de Gizeh, levantada por los reyes de la IV Dinastía, Keops, Kefrén y Micerinos. La pirámide del primero se eleva a 146 m., la del segundo a 143 m. y la tercera 65 m. La pirámide de Kefrén parece la más alta del conjunto por construirse en una elevación del terreno. Kefrén también construyó la Gran Esfinge, esculpiendo un montículo de roca caliza.

El material empleado en la construcción de las pirámides fue la piedra trabajada en bloques, colocados en seco. Pese a los rudimentarios instrumentos y conocimientos con los que entonces se contaban, las pirámides sorprenden por la perfección técnica con la que están realizadas y por la ingente labor de optimización de mano de obra y recursos que supusieron.

Las pirámides se acompañaban de otras construcciones:

·       Templo del Valle: Construido junto al Nilo, era el lugar donde se recibía a la momia del faraón que llegaba en barca.
·       Calzada: Camino que comunicaba el templo del valle con la pirámide.
·       Templo funerario: Servía para realizar rendir culto permanente al faraón.
·       Pirámides de las reinas o pirámides subsidiarias para los familiares del faraón.
·       Mastabas de cortesanos y altos funcionarios.

Tras el ocaso del Imperio Antiguo el tamaño y la calidad de las pirámides fue disminuyendo y los faraones acabaron por buscar otros tipos de enterramiento.

Durante el Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a.C.) el tipo funerario característico será el hipogeo. Se trata de una sucesión de cámaras sepulcrales a las que se accede por escaleras y corredores excavados en la roca. Se trata de una arquitectura adintelada que utiliza, a veces, el pilar como soporte. Los muros estaban decorados con pinturas y relieves. Destacan los hipogeos de Ramsés II, el de sus hijos y el de Tutankamón. Este último presenta unas dimensiones reducidas y su interés radica en haber escapado del asalto de los saqueadores de tumbas.

Respecto a la arquitectura religiosa, hay que esperar al Imperio Nuevo, para que sus tipologías se establecen y se desarrollan. Se construyeron tres clases de templos: al aire libre, los semispeos, con la mayor parte de sus  dependencias a cielo raso y el resto excavado en roca y el speos, que es un templo rupestre, con una fachada labrada en la pared del acantilado y todas sus estancias ubicadas en el interior de la montaña, a manera de hipogeo.

Los templos al aire presentaban el siguiente esquema:

·       En primer lugar, se emplazaba el dromos. Se trataba de una avenida procesional de esfinges que desembocaba en el acceso al templo.
·       La puerta de entrada, de carácter monumental. Estaba precedida por dos obeliscos y por cuatro colosos que representaban el faraón que hubiera costeado la construcción. Además, esta puerta estaba flanqueada por los pilonos, gruesas torres con los muros ataludados.
·       A continuación se disponía el patio o sala hipetra. Se trataba de un patio porticado por columnas.
·       Seguidamente se construía una o varias salas hipóstilas, verdaderos bosques de columnas que estaban reservada a la aristocracia y a los sacerdotes.
·       Al fondo, se sitúa el santuario, propiamente dicho, reservado a los sacerdotes. Rodeado por una serie de corredores y habitaciones se situaba la capilla o sancta-sanctorum  en la que se custodiaba la imagen del dios y que sólo era accesible para el sumo sacerdote y el faraón.

En esta ordenación de salas dispuestas en un eje, se producía una progresiva disminución de la altura del templo, desde los pilonos al sancta-sanctorum. En paralelo a esta estructuración se verificaba, igualmente, una gradual disminución de la luz.

Ejemplos de templos al aire libre son los Amón y Khonsu en Karnak y el de Amón en Luxor.

El segundo tipo de templo egipcio es el semispeo o hemi-speo. Está formado por varias terrazas comunicadas por rampas y una serie de capillas rupestres. El más conocido es el templo funerario de la reina Hatsepsut en los acantilados de Deir-el Bahari. Se conoce el nombre del arquitecto, Sennemut, que más bien sería el canciller o visir encargados de las obras.

La tercera tipología es la del templo subterráneo o speo. Estas constucciones constan de una fachada monumental, con colosales efigies del faraón y un interior, excavado en roca, con varias salas que reproducen el esquema del templo al aire libre, incluyendo la disminución en altura. Los ejemplos más monumentales los encontramos en los farallones de Nubia, mandados erigir por Ramsés II. Se trata del gran espeo, dedicado al propio faraón y el pequeño espeo, consagrado a su esposa, la reina Nefertari. El pequeño espeo viene a ser una réplica de su compañero, bien que de menor tamaño y magnificencia.

2.     Formas y características de la escultura y la pintura.

La geografía de Egipto favorece la creación de una cultura que evoluciona con continuidad y en la que las influencias exteriores son relativamente escasas. Configuradas las condiciones políticas y establecidos los fundamentos de las creencias religiosas, y su liturgia en una fecha tan temprana como el 3.000 a. C., la aparente inmutabilidad del mundo egipcio es el distintivo de esta civilización. Las regulares crecidas del Nilo no sólo rigen la economía del país; también contribuyen a esa visión del mundo marcada por la repetición de ciclos.

Toda la vida egipcia está regida por la religión, que otorga al faraón un carácter divino y que cree en la existencia de una vida ultraterrena en íntima conexión con la vida material. De aquí se deriva la rigidez de las formas escultóricas y su simbolismo, en íntima conexión con los conceptos de la inmutabilidad de las creencias y la permanencia del poder, al margen de las circunstancias del acontecer histórico.

El papel del arte en Egipto era fundamental, pues se convertía en el vehículo de la autoridad del faraón, expresaba las creencias religiosas, resultaba imprescindible para el culto y además garantizaba la inmortalidad de alma. Con todo, los artistas eran considerados como simples artesanos y carecían de toda consideración social, al igual que en el resto de civilizaciones de la Antigüedad. Por tanto, el artífice no es un creador, sino un ejecutor anónimo que cumple con unas normas preestablecidas.

La mayor parte de la escultura y pintura egipcias que ha llegado hasta nuestros días ha sido encontrada en las tumbas. En éstas se requiere la representación escultórica del difunto para que sirva de apoyo a su espíritu material y han de colocarse otras efigies para que le sirvan de acompañamiento, reuniendo en la tumba todo aquello que le sirvió en vida. Los relieves y las pinturas ilustran la categoría social del difunto y al representar escenas de ultratumba, orientan a alma en su viaje al más allá.

En los templos encontramos esculturas y relieves dedicados a los dioses y los faraones. El carácter teocrático de la cultura egipcia ocasiona que lo político y lo religioso se amalgamen en estas representaciones.

Los artistas egipcios empleaban cánones similares para la escultura y la pintura, bien que existen una serie de rasgos distintivos para la escultura adosada y exenta y otros para el relieve y la pintura. Por ello se expondrán por separado.

Comenzando por la escultura, se distinguen las siguientes formas básicas: la escultura adosada en altorrelieve o medio bulto y, más raramente, la escultura exenta. En todas estas modalidades, las obras se policromaban.

Los materiales empleados fueron la piedra dura (basalto, granito, diorita, etc.) y la caliza en la estatuaria de dioses y faraones. Para las estatuas de los cortesanos se emplea madera policromada y terracota o arcilla cocida. A veces se incrustan apliques de otros materiales para los ojos y otras partes del cuerpo. Las dimensiones varían desde estatuillas de pequeño tamaño a efigies colosales.

Los convencionalismos y estereotipos que se repiten a lo largo de siglos en la escultura exenta son:

·       La presencia de un canon, de una norma compositiva que regula cómo deben ser realizadas las obras. Como ideal de este canon debemos considerar una figura humana puesta en pie, en la cual la longitud total del representado (desde el centro de la frente hasta la planta del pie) guarde una determinada proporción, exactamente la de 18 veces la medida del puño cerrado. Es lo que se denomina «canon de los 18 puños».
·       La ley de la simetría y la frontalidad. Consistía en representar recta la línea de los hombros y las caderas. Ello permitía dividir verticalmente la figura en dos mitades iguales.
·       Arcaísmos (imperfecciones) evidentes en las representación de la anatomía.
·       La jerarquización de las figuras: el mayor tamaño de la figura del faraón está en consonancia con el rango que éste ocupa en la sociedad egipcia.
·       La pierna izquierda suele avanzarse ligeramente en señal de movimiento y los brazos se muestran pegados al cuerpo. Todo ello refuerza el carácter cerrado de las composiciones.
·       El tratamiento de los paños y ropajes también resulta rígido.
·       En la expresión predomina el hieratismo. Las efigies presentan una mirada alta y fija al frente, con los ojos almendrados –muy abiertos- y un gesto serio.
·       Las representaciones de dioses y faraones presentan un carácter estereotipado, mientras que en las de funcionarios y cortesanos se busca cierta individualización.
·       La estatuaria egipcia no sufre cambios importantes a lo largo de su milenaria historia, salvo durante el reinado de Amenofis IV (1365 – 1349 a.C.), que cambió su nombre por el de Akenatón. Este faraón revolucionó las creencias e impuso un nuevo canon, con figuras muy alargadas y, a la vez, naturalistas.

Las obras más conocidas de la producción escultórica del Imperio Antiguo son la estatua sedente de Kefrén, los escribas sentados de los museos de El Cairo y el Louvre y la tríada de Micerinos. En el Imperio Nuevo, las obras más destacadas son el Busto de Nefertiti y la máscara de Tutankamón.

El relieve y la pintura conservados presentan carácter religioso, funerario e histórico (o propagandístico). En las tumbas se encuentran pinturas que parecen reflejar la vida cotidiana (escenas agrícolas, banquetes, cacerías, etc…), pero que en realidad tienen un significado trascendente pues anticipan la vida en el más allá.

El relieve suele ser bajorrelieve o hueco relieve y siempre se policromaba.

La pintura utilizará la técnica del fresco y utilizará colores muy llamativos, brillantes, claros y con tonos siempre planos. Predomina el dibujo, la línea, que contornea las figuras y marca todos sus rasgos y demás detalles. Esta línea suele ser de color oscuro.

Los convencionalismos y estereotipos que se repiten a lo largo de los siglos en el relieve y en la pintura son:

·       Visión rectilínea, por la cual todas las figuras se insertaban en un plano en el que se insertaba de frente el ojo y el tronco, y de perfil, la cabeza y las extremidades. 
·       Se emplea el mismo canon de los 18 puños de la escultura.
·       Se encuentra un mayor dinamismo que en la escultura, aunque sigue predominando la rigidez y los estereotipos.
·       Son representaciones bidimensionales, policromadas con tintas planas.
·        Suelen representarse en registros paralelos y sin interrupción de escenas. La separación de registros se hace siempre con líneas simples.
·       Existe una perspectiva jerárquica, como en la escultora.
·       Los jeroglíficos rodean a las imágenes y participan de la composición.
·       Minuciosidad y detallismo no sólo en personas sino también en todo lo que las rodea.
·       El relieve tiene sus mejores exponentes en el Imperio Antiguo y la pintura en el Imperio Nuevo.
·       Al igual que en la escultura, el reinado de Akenatón introduce una serie de novedades en la iconografía (adoración del Sol, escenas de la vida cotidiana) y en las fórmulas de representación (mayor naturalismo, canon de figuras alargadas…) Estas innovaciones serán olvidadas por los sucesores de Akenatón, que volvieron a las formas tradicionales.

En el legado artístico del Imperio Antiguo destacan la paleta de Narmer (o Menes) y el relieve de Hesiré. Las producciones del Imperio Nuevo tienen sus mejores exponentes en los relieves de Akenatón y Nefertiti encontrados en Tell-el Amarna, las expediciones comerciales del reinado de la reina Hatshepsut en su templo de Deir el-Bahari y las hazañas militares de Ramsés II en su templo de Abu Simbel.

El momento culminante de la pintura egipcia se produce en el Imperio Nuevo, con obras como la Capilla funeraria de Tutmés II, la tumba de Nebamón, funcionario de Tutmés III o la tumba de Nefertari, en el valle de las reinas.

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La obra que hemos escogido como emblema es El Templo de Kom-Ombo (The Temple of Kom-Ombo) pintado por el norteamericano Walter Launt Palmer en 1892. En ocasiones aparece como El Templo Egipcio de Kom-Ombo (The Egyptian Temple of Kom-Ombo) o El Templo de Kom-Ombo, Egipto (The Temple of Kom-Ombo, Egypt).

La obra es un óleo sobre lienzo que mide 45,7 x 65,2 cm.

El cuadro fue subastado en 1991. Desconocemos su paradero actual.


La imagen procede de la página siguiente:


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