domingo, 12 de octubre de 2014

Marcelino de Unceta y López: Apoteosis de la Virgen Pilar (c. 1895)


Marcelino de Unceta  y López: Apoteosis de la Virgen Pilar (c. 1895)

La pintura que reproducimos lleva por título «Apoteosis de la Virgen del Pilar», aunque creo que le cuadrarían mejor etiquetas como «Alegoría del Reino de Aragón» o «Glorias aragonesas». Es una hermosa muestra de esos panoramas donde los pintores decimonónicos (y del primer tercio del siglo XX) panteonizaban bien a los héroes y próceres de su patria o bien a pléyades de literatos y/o artistas. Presidía estos walhallas una imponente matrona o, más raramente, una advocación religiosa; en cualquier caso solía ser la única mujer del ejército de los inmortales.

El género hunde su raíces en la arcaica iconografía de la sacra conversazione, y más concretamente en los grabados y cuadros de alegorías de órdenes religiosas. Como en tantos otros géneros pictórico, el siglo XIX impone un traspaso de lo divino a lo nacional, o más bien cambia la religiosidad que ahora pasa a exaltar las excelencias patrias (o culturales). Mucho tuvieron que ver en estas metamorfosis el despertar de los nacionalismos y la construcción del estado liberal, pero igualmente influyeron las manías enciclopédicas y clasificatorias que imperaron en ese ochocientos, y que lo convirtieron en la más tediosa de todas las centurias.

Las representaciones pictóricas de estos salones de la fama ofrecían oportunidades inigualables para composiciones monótonas y ejecuciones rutinarias, pero lo cierto es que los ejemplos que conocemos demuestran que los artistas sabían aportar vivacidad y ligereza a estas galerías de celebridades. Así, Marcelino Unceta traza una vibrante composición que aúna las grandezas de la fe con ese españolismo tan patriotero de aquellos entonces unidos a un sentido homenaje a la tierra aragonesa. Recordemos que es la época de los regionalismos y que la unidad nacional no se discute, mucho menos en ese sexenio que media entre los fastos del cuarto centenario colombino y la pérdida de Cuba y Filipinas.

Generalmente se escogen los formatos apaisados para estas composiciones, pero Unceta (o su comitente) se decidió por el acartelado, más conveniente para enfatizar la figura de la Virgen y el pilar que la sostiene. Y respecto al desfile de las celebridades aragonesas, el artista  empleó la división de las dos dimensiones de la vida humana (la terrena y la celestial), separadas por espesas nubes. Tal vez Unceta se inspirara en el celebérrimo Entierro del Señor de Orgaz, aunque la fórmula del Greco había sido ya usada tanta veces que acabó por convertirse en el paradigma de estas reuniones de lo humano y lo divino.

Así, abajo, en las gradas de una escalinata, se sitúan las personalidades más destacadas de la historia aragonesa: Alfonso I «El Batallador», Juan de Lanuza o Francisco Goya a la izquierda y protagonistas de Los Sitios a la derecha como Palafox, Agustina de Aragón, el tío Jorge o Ramón Pignatelli. Arriba, el ámbito de los bienaventurados, el artista emplaza a la izquierda los santos obispos aragoneses (posiblemente San Valero, San Braulio y San Prudencio de Tarazona) y a la derecha los santos mártires del reino (se reconocen sin dificultad a San Dominguito de Val y a San Lorenzo; la figura situada entre ellos debe ser San Pedro Arbués y el franciscano y su compañero deben representar a los beatos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato).

Todos los personajes dirigen sus miradas hacia la efigie de Nuestra Señora, que desde su pilar, preside ambos hemiciclos. Su unión con las escalinatas está diestramente ocultada por los hervores de un incensario que parece glorificar tanto a la Virgen como el voluminoso libro abierto colocado a los pies del cuadro y que debe representar a los Fueros de Aragón. Otro símbolo regional es el escudo del reino sostenido, de forma totalmente anacrónica, por el Batallador. Por último debe tenerse en cuenta la hollada enseña francesa por las botas de Palafox.

El cuadro es un óleo sobre tabla de reducidas dimensiones (unos 24por 18 cm) y pertenece a la colección del Museo de Zaragoza.

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