domingo, 18 de enero de 2015

Comentarios de Obras de Escultura Egipcia


Carl Friedrich Heinrich Werner: La Esfinge (1867;
¿Colección particular?.

COMENTARIOS DE OBRAS DE ESCULTURA EGIPCIA

En el Catálogo Orientativo de Obras de Arte para las Pruebas de Acceso a la Universidad de la Ponencia de Historia del Arte de las Universidades Andaluzas, aparecen reseñadas las siguientes obras de escultura egipcia:

1. Príncipe Rahotep y su esposa Nofret; Museo Egipcio de El Cairo.
2. Relieve de Hesiré (3ª dinastía); Museo Egipcio de El Cairo.
3. Estatua sedente de Kefrén; Museo Egipcio de El Cairo [no aparece en el catálogo].
4. Triada de Micerinos; Museo Egipcio de El Cairo.
5. Esfinge de Guiza.
6. Sacerdote Kaaper o “el alcalde del pueblo”; Museo Egipcio de El Cairo.
7. Escriba sentado de El Cairo; Museo Egipcio de El Cairo.
8. Escriba sentado del Louvre; Museo de Louvre.
9. Busto de Nefertiti; Ägyptisches Museum und Papyrussammlung, Neues Museum, Berlín.
10. Relieves de Amenofis IV y Nefertiti bajo el dios Atón.

No obstante, en los juegos de exámenes de la Selectividad de Historia del Arte de Andalucía, la presencia de la escultura egipcia resulta mucho más reducida:

A.    Escriba sentado del Louvre; Museo de Louvre.
B.     Estatua sedente de Kefrén; Museo Egipcio de El Cairo.
C.    Triada de Micerinos; Museo Egipcio de El Cairo.
D.    Busto de Nefertiti; Ägyptisches Museum und Papyrussammlung, Neues Museum, Berlín.

La Estatua sedente de Kefrén no aparece en el catálogo. Además en la única prueba de examen que aparece, no se escogió la efigie más conocida (aquella en la que el faraón aparece con la imagen de Horus cubriéndole la cabeza) sino una más sencilla y que presenta mejor estado de conservación. En el manual de Jesús Palomero Páramo la imagen escogida no es la del examen, sino la de la protección de Horus. Dicho sea de paso, la confusión entre estas dos efigies resulta, por desgracia, bastante habitual. Nosotros denominamos a la más celebre «Kefrén entronizado» y a la segunda «Kefrén sentado».

Otra cuestión es la de catalogar las efigies colosales como arquitectura o como obra escultórica. En el catálogo se ha optado por un criterio bastante ecléctico, pues la fachada de Abu-Simbel se encuadra entre los edificios y la Esfinge de Guiza como imaginería. En cualquier caso, en el comentario bueno será advertir que estas obras combinan la arquitectura y la escultura.

Incluimos los comentarios de las cuatro obras aparecidas en selectividad y además incluimos la de «Kefrén entronizado». Las reseñas sobre las dos efigies del faraón son, como se puede suponer, prácticamente idénticas. Igualmente, la mayor parte del comentario sobre la Triada de Micerinos se puede aplicar, palabra por palabra, a las efigies sedentes (y viceversa).

 Las imágenes que ilustran los comentarios son las mismas (o muy parecidas) a las aparecidas en las pruebas. La de «Kefrén entronizado», resulta similar a la aparecida en la última edición del libro de Jesús Palomero Páramo.

El modelo de comentario que se sigue en cada obra intenta ajustarse a los criterios de corrección que se exigen en la selectividad de Andalucía. Concretamente se especifica que serán determinantes a la hora de calificar el empleo del vocabulario adecuado y específico, la localización (estilo, período histórico-artístico, escuela, autoría y cronología) y la contextualización (relación de la obra artística con su contexto histórico, social, político y religioso). Por lo demás, en el examen los epígrafes señalan que el alumno «clasifique y comente la imagen»

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El escriba sentado del Louvre.

COMENTARIO DE UNA OBRA DE ARTE: EL ESCRIBA SENTADO DEL LOUVRE

1)     IDENTIFICACIÓN

- Título de la obra: El escriba sentado del Louvre (¿Retrato de Pehernefer?).
- Autor: Desconocido.
- Cronología: 2600 – 2.500 a. C.
- Período histórico: Civilizaciones hidráulicas del Oriente Próximo.
- Estilo: Arte Egipcio.
- Escuela: Imperio Antiguo, IV Dinastía (2630 – 2500 a.C.).
- Localización: Procede de la necrópolis de Saqqara (Egipto). Actualmente en el Museo del Louvre, Paris (Isla de Francia, Francia).

2)     ANÁLISIS

La imagen nos muestra una escultura exenta que representa la figura completa de un hombre sentado sobre sus piernas cruzadas. Viste únicamente un faldellín y, por el único pie que muestra, carece de calzado. Se halla en la actitud de escribir, desplegando un rollo. Se supone que en la mano derecha sostendría un cálamo, pero este objeto se ha perdido.

El material es caliza policromada, trabajada con la técnica de la labra, con el cincel y el martillo como principales instrumentos. Los colores empleados resultan completamente planos. Se ha empleado un tono ocre rojizo para representar la piel, color gris oscuro, casi negro, para el cabello y las cejas y el blanco para el faldellín y el papiro. Los ojos se han realizado incrustando cristal de roca, cuarzo y ébano. El cabello se señala con un ligero resalte.

Las medidas de esta escultura son las siguientes: 53,70 cm. de altura; 44 cm. de anchura y 35 cm. de profundidad.

Encontramos en esta pieza una serie convencionalismos y estereotipos que caracterizan a la escultura egipcia:

·        La presencia de un canon, o sea una norma compositiva que regula cómo deben ser realizadas las obras. En el arte egipcio el canon se establece multiplicando dieciocho veces la medida del puño.
·        La ley de la simetría y la frontalidad.
·        Arcaísmos (imperfecciones) evidentes en las representación de la anatomía (piernas, altura de los hombros, etc…).
·        El tratamiento de los paños completamente rígido.
·        En la expresión predomina el hieratismo. La efigie presentan una mirada alta y fija al frente, con los ojos almendrados –muy abiertos- y un gesto serio.
·        Las representaciones de dioses y faraones presentan un carácter estereotipado, mientras que en las de funcionarios y cortesanos se busca cierta individualización Así esta figura presenta pliegues en el vientre que hacen resaltar su obesidad y las facciones de su rostro señalan que nos encontramos ante un retrato.

La pieza combina el retrato con la finalidad funeraria.

Recordemos que los antiguos egipcios creían en la vida de ultratumba, y esta existencia ultraterrena quedaba garantizada si el cadáver se conservaba seguro o si existían esculturas que pudieran albergar el alma del difunto. Estas creencias explican la importancia que concedieron a la estatuaria. Ésta se encontraba reservada al faraón, la familia real y los principales dignatarios de las corte.

Las imágenes se colocaban en el exterior de la tumba, en una especie de capilla, para participar de ciertas ceremonias y recibir ofrendas, en el caso de la mastaba, y en el interior de una cámara, cuando lo que se construía era una pirámide o hipogeo.

Estas figuras en las que el personaje aparece sentado sobre sus piernas y en actitud de redactar son denominados escribas, siendo los más conocidos el Escriba Sentado del Louvre y el del Cairo, por los museos en los que se exponen. Con todo, los retratados más que escribas debían ser altos funcionarios o, tal vez, miembros de la familia real. Con algún fundamento se ha supuesto que la obra que comentamos inmortaliza a Pehernefer, personaje de la cuarta dinastía, que desempeñó importantes cargos.

Nada sabemos, en cambio, del escultor que realizó esta obra maestra. Se recordará que los artistas en Egipto, como en el resto de civilizaciones antiguas, eran considerados como simples artesanos y carecían de toda consideración social.

La obra fue hallada en la necrópolis de Saqqara, en el bajo Egipto, por el arqueólogo francés Auguste Ferdinand Mariette en 1850. Nos consta que la tumba en la que apareció se situaba junto a la avenida de esfinges del Serapeum. Lamentablemente se ha perdido el diario de esa campaña arqueológica y por otra parte hay que recordar que entonces las excavaciones resultaban poco metódicas. De ahí que se desconoce el contexto arqueológico que rodeaba la pieza y que, seguramente, habría servido para identificarla con total certeza. El Museo del Louvre (París, Francia) la adquirió en 1854, perteneciendo desde entonces a la colección de este museo.

3)     CONTEXTUALIZACIÓN

El arte egipcio está dominado por la preocupación de la vida de ultratumba y por la necesidad del culto a los dioses cuyo último descendiente es el faraón reinante. Por ello buscan la eternidad y el colosalismo en sus realizaciones arquitectónicas y la majestuosidad en sus imágenes mediante una serie de fórmulas fijas (frontalidad, inmovilidad, hieratismo…). La preponderancia de lo sobrenatural y de lo sagrado, sumado al poder absoluto del faraón, explican que el arte egipcio rehuya la innovaciones y que evolucione muy lentamente.

El marco geográfico del arte egipcio es el valle del Nilo. Su cronología se desarrolla entre el 3000 y el 500 a. C., En su evolución temporal destacan las siguientes fases:

- El Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.).
- El Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.).
- El Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.)

La civilización egipcia tenía su base en la agricultura que aprovechaba la crecida del Nilo. Se trataba de una sociedad fuertemente jerarquizada, muy inmovilista y en la que el monarca, el faraón, detentaba un poder absoluto. El arte egipcio se convirtió en un eficaz vehículo de la autoridad del faraón y de las peculiares creencias religiosas de este pueblo.

El Imperio Antiguo (2700-2200 a.C.) se desarrolla entre la tercera y la sexta dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. Éste había evolucionado hacia un sistema teocrático, en el que el faraón era considerado un dios en la tierra. Muestra de la amplitud del poder real es la construcción de las grandes pirámides de Saqqara y Guiza, obra de los faraones de la tercera y cuarta dinastías.
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Estatua sedente de Kefrén (Museo Egipcio de El Cairo).

COMENTARIO DE UNA OBRA DE ARTE: ESTATUA SEDENTE DE KEFRÉN

1)     IDENTIFICACIÓN

- Título de la obra: Estatua sedente de Kefrén.
- Autor: Desconocido.
- Cronología: Circa 2.550 a. C.
- Período histórico: Civilizaciones hidráulicas del Oriente Próximo.
- Estilo: Arte Egipcio.
- Escuela: Imperio Antiguo, IV Dinastía (2630 – 2500 a.C.).
- Localización: Procede de la necrópolis de Guiza (Egipto), concretamente del Templo del Valle del faraón Kefrén (Jafra). Actualmente se expone en el Museo Egipcio de El Cairo.

2)     ANÁLISIS

La escultura muestra a una figura completa en actitud sedente. El asiento tiene forma cúbica y se prolonga bajo los bajo los pies de la efigie. Se trata de una escultura exenta de tamaño ligeramente superior al natural. El artista recurrió a la técnica del bajorrelieve para esculpir los adornos del tono. Además, grabó una serie de jeroglíficos en la parte delantera del pedestal.

El material escogido es diorita-gneis, un tipo de piedra que presenta un tono gris verdoso. Se trata de una roca de gran dureza que procede de las canteras de Toschka, en Nubia, concretamente en las inmediaciones de Abu-Simbel. El escultor recurrió a la técnica de la talla directa, empleando instrumentos como el cincel y el martillo. El acabado produce una impresión de suavidad, demostrando que la obra ha sido pulida a conciencia. 

 La pieza no presenta policromía, en contra de la práctica habitual en la escultura en piedra o madera anterior al Renacimiento. No se puede asegurar si la recibió y la ha perdido por el paso del tiempo o si fue tallada para mostrar el color natural de la piedra. Argumentos a favor de esta última opinión son el empleo de una roca de precio considerable (la cantera se encontraba a una enorme distancia), de talla complicada (se trata de una roca consistente y a la vez quebradiza) y la perfección del pulimiento.

El faraón aparece representado en una actitud inmóvil, con las piernas rectas y los brazos apoyados sobre los muslos, mostrando la mano derecha cerrada y la izquierda con la palma abierta hacia abajo. Como única vestimenta lleva un faldellín plisado (schenti), un tocado de tela (nemes) y la barba postiza propia de los soberanos de Egipto. En los laterales del trono están representadas las flores del Alto y Bajo Egipto (loto y papiro respectivamente) entrelazadas, dando a entender que las dos tierras se encuentran bajo la autoridad de un mismo monarca.

La figura presenta la tensión y rigidez características de la plástica egipcia: caderas y hombros conformados con líneas rectas y paralelas, los brazos pegados al cuerpo, los puños cerrados, las piernas juntas… El gesto resulta hierático, esto es de rasgos rígidos y solemnes, con los ojos almendrados (muy abiertos) y una ligera sonrisa. No obstante en el rostro del faraón, se encuentra cierto realismo, que hace pensar en un retrato idealizado.

La composición de la obra viene determinada por la concepción de la efigie como un todo adosado e integrado en un bloque. La figura ha sido sometida a un proceso de síntesis anatómica, predominando las formas redondeadas, sin aristas, y la geometrización de las partes que conforman el cuerpo. La anatomía ha sido representada de forma idealizada.

La escultura muestra las tres normas básicas de la estatuaria egipcia:

-         El empleo del canon de proporción de los 18 puños (dos puños para la cabeza, diez puños desde la cabeza hasta la altura de las rodillas y seis hasta los pies). 
-         Obediencia a la la ley de la frontalidad, pues la pieza está concebida para ser contemplada desde un único punto de vista (lógicamente de frente). Por ello se representa de forma rectilínea los hombros y las caderas.
-          Observancia del precepto de la simetría. La escultura puede dividirse en dos mitades idénticas respecto a un eje vertical. Sólo la posición de las manos escapa a esta norma.

Esta obra fue encontrada en 1860 en el Templo del Valle de Kefrén en la meseta de Guiza, en una excavación dirigida por el arqueólogo francés François Auguste Ferdinand Mariette. Este santuario se encuentra en las inmediaciones de la Esfinge, por lo que Mariette lo consideró, en un principio, como Templo de la Esfinge.

La pieza que comentamos formaba parte de un ciclo de veinticuatro esculturas. Se han conservado muy pocas y además bastante deterioradas, por lo que el excelente estado de esta efigie resulta completamente excepcional. Entre las esculturas encontradas en este templo destaca la de Kefrén entronizado protegido por la imagen del dios Horus. Esta deidad aparece representado como un halcón que cubre la cabeza del faraón con sus alas extendidas.

Las veinticuatro efigies estaban dispuestas de tal forma que todas recibían la iluminación solar de forma directa; cuando esto ocurría las esculturas mostraban un tono azulado. Este efecto aumentaba el valor simbólico de las esculturas, pues en el Antiguo Egipto el azul estaba reservado a la realeza.

Para algunos arqueólogos las veinticuatro efigies del faraón representarían las veinticuatro horas del día. Para otros estudiosos mostrarían los distintos títulos o atribuciones del soberano. En cualquier caso, los ciclos de representaciones seriadas de faraones o dioses, en la que el personaje se reitera con mínimas variaciones, caracterizan al arte del Imperio Antiguo. El ejemplo más conocido el ciclo de triadas del Templo del Valle de Micerinos. Se cree que en Guiza debió existir, cuando menos, un taller de escultores que trabajaba en exclusiva en la realización de este tipo de esculturas.

Los estudiosos suponen que en el Templo de Valle se realizaba el ritual de la apertura de la boca, en la que se animaba de forma simbólica a la momia y a la estatua que albergaba el ka o alma del faraón. Por ello se supone que la imagen del soberano protegido por Horus estaría destinada a este fin. Otros especialistas, en cambio, suponen que la estatua ka se colocaría en la pirámide del faraón, en la cámara llamada serdab, como sucede en la pirámide de Zoser.

3)     CONTEXTUALIZACIÓN

El arte egipcio está dominado por la preocupación de la vida de ultratumba y por la necesidad del culto a los dioses cuyo último descendiente es el faraón reinante. Por ello buscan la eternidad y el colosalismo en sus realizaciones arquitectónicas y la majestuosidad en sus imágenes mediante una serie de fórmulas fijas (frontalidad, inmovilidad, hieratismo…). La preponderancia de lo sobrenatural y de lo sagrado, sumado al poder absoluto del faraón, explican que el arte egipcio rehuya la innovaciones y que evolucione muy lentamente.

El marco geográfico del arte egipcio es el valle del Nilo. Su cronología se desarrolla entre el 3000 y el 500 a. C., En su evolución temporal destacan las siguientes fases:

- El Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.).
- El Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.).
- El Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.)

La civilización egipcia tenía su base en la agricultura que aprovechaba la crecida del Nilo. Se trataba de una sociedad fuertemente jerarquizada, muy inmovilista y en la que el monarca, el faraón, detentaba un poder absoluto. El arte egipcio se convirtió en un eficaz vehículo de la autoridad del faraón y de las peculiares creencias religiosas de este pueblo.

El Imperio Antiguo (2700-2200 a.C.) se desarrolla entre la tercera y la sexta dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. Éste había evolucionado hacia un sistema teocrático, en el que el faraón era considerado un dios en la tierra. Muestra de la amplitud del poder real es la construcción de las grandes pirámides de Saqqara y Guiza, obra de los faraones de la tercera y cuarta dinastías.

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Estatua entronizada de Kefrén (Museo Egipcio de El Cairo).

COMENTARIO DE UNA OBRA DE ARTE: ESTATUA ENTRONIZADA DE KEFRÉN

1)     IDENTIFICACIÓN

- Título de la obra: Estatua entronizada de Kefrén.
- Autor: Desconocido.
- Cronología: Circa 2.550 a. C.
- Período histórico: Civilizaciones hidráulicas del Oriente Próximo.
- Estilo: Arte Egipcio.
- Escuela: Imperio Antiguo, IV Dinastía (2630 – 2500 a.C.).
- Localización: Procede de la necrópolis de Guiza (Egipto), concretamente del Templo del Valle del faraón Kefrén (Jafra). Actualmente se expone en el Museo Egipcio de El Cairo.

2)     ANÁLISIS

La escultura muestra a una figura completa en actitud sedente. El faraón se muestra protegido por la imagen del dios Horus. Esta deidad aparece representado como un halcón que cubre la cabeza del faraón con sus alas extendidas. El monarca descansa sobre un asiento con respaldo y con una especie de escabel que se prolonga bajo los bajo los pies de la efigie. Se trata de una escultura exenta de tamaño ligeramente superior al natural. El artista recurrió a la técnica del bajorrelieve para esculpir los adornos del tono. Además, grabó una serie de jeroglíficos en el escabel.

Las medidas de esta obra son las siguientes: 168 cm. de altura, 57 cm. de anchura y 96 centímetros de profundidad.

El material escogido es diorita-gneis, un tipo de piedra que presenta un tono gris verdoso. Se trata de una roca de gran dureza que procede de las canteras de Toschka, en Nubia, concretamente en las inmediaciones de Abu-Simbel. El escultor recurrió a la técnica de la talla directa, empleando instrumentos como el cincel y el martillo. El acabado produce una impresión de suavidad, demostrando que la obra ha sido pulida a conciencia. 

 La pieza no presenta policromía, en contra de la práctica habitual en la escultura en piedra o madera anterior al Renacimiento. No se puede asegurar si la recibió y la ha perdido por el paso del tiempo o si fue tallada para mostrar el color natural de la piedra. Argumentos a favor de esta última opinión son el empleo de una roca de precio considerable (la cantera se encontraba a una enorme distancia), de talla complicada (se trata de una roca consistente y a la vez quebradiza) y la perfección del pulimiento.

El faraón aparece representado en una actitud inmóvil, con las piernas rectas y los brazos apoyados sobre los muslos, mostrando la mano derecha cerrada y la izquierda con la palma abierta hacia abajo. Como única vestimenta lleva un faldellín plisado (schenti), un tocado de tela (nemes) y la barba postiza propia de los soberanos de Egipto.

El trono presenta un respaldo que asciende hasta los hombros del faraón y parece apoyarse en dos leones, pues una cabeza de este animal decora cada una de las esquinas delanteras del mueble y las cuatro patas del asiento aparecen representadas como si fueran las extremidades del felino (se disponen dos patas de león en cada uno de los cuatro soportes). En los costados, enmarcados por las patas, aparecen dos plafones (uno a cada lado) en los que el artista representó las flores del Alto y Bajo Egipto (loto y papiro respectivamente) entrelazadas. De esta forma da a entender que las dos tierras se encuentran bajo la autoridad de un mismo monarca.

La figura presenta la tensión y rigidez características de la plástica egipcia: caderas y hombros conformados con líneas rectas y paralelas, los brazos pegados al cuerpo, los puños cerrados, las piernas juntas… El gesto resulta hierático, esto es de rasgos rígidos y solemnes, con los ojos almendrados (muy abiertos) y una ligera sonrisa. No obstante en el rostro del faraón, se encuentra cierto realismo, que hace pensar en un retrato idealizado.

La composición de la obra viene determinada por la concepción de la efigie como un todo adosado e integrado en un bloque. La figura ha sido sometida a un proceso de síntesis anatómica, predominando las formas redondeadas, sin aristas, y la geometrización de las partes que conforman el cuerpo. La anatomía ha sido representada de forma idealizada.

La escultura muestra las tres normas básicas de la estatuaria egipcia:

-         El empleo del canon de proporción de los 18 puños (dos puños para la cabeza, diez puños desde la cabeza hasta la altura de las rodillas y seis hasta los pies). 
-         Obediencia a la la ley de la frontalidad, pues la pieza está concebida para ser contemplada desde un único punto de vista (lógicamente de frente). Por ello se representa de forma rectilínea los hombros y las caderas.
-          Observancia del precepto de la simetría. La escultura puede dividirse en dos mitades idénticas respecto a un eje vertical. Sólo la posición de las manos escapa a esta norma.

Esta obra fue encontrada en 1860 en el Templo del Valle de Kefrén en la meseta de Guiza, en una excavación dirigida por el arqueólogo francés François Auguste Ferdinand Mariette. Este santuario se encuentra en las inmediaciones de la Esfinge, por lo que Mariette lo consideró, en un principio, como Templo de la Esfinge.

La pieza que comentamos formaba parte de un ciclo de veinticuatro esculturas. Se han conservado muy pocas y además bastante deterioradas. Las veinticuatro efigies estaban dispuestas de tal forma que todas recibían la iluminación solar de forma directa; cuando esto ocurría las esculturas mostraban un tono azulado. Este efecto aumentaba el valor simbólico de las esculturas, pues en el Antiguo Egipto el azul estaba reservado a la realeza.

Para algunos arqueólogos las veinticuatro efigies del faraón representarían las veinticuatro horas del día. Para otros estudiosos mostrarían los distintos títulos o atribuciones del soberano. En cualquier caso, los ciclos de representaciones seriadas de faraones o dioses, en la que el personaje se reitera con mínimas variaciones, caracterizan al arte del Imperio Antiguo. El ejemplo más conocido el ciclo de triadas del Templo del Valle de Micerinos. Se cree que en Guiza debió existir, cuando menos, un taller de escultores que trabajaba en exclusiva en la realización de este tipo de esculturas.

Los estudiosos suponen que en el Templo de Valle se realizaba el ritual de la apertura de la boca, en la que se animaba de forma simbólica a la momia y a la estatua que albergaba el ka o alma del faraón. Por ello se supone que la efigie que comentamos estaría destinada a este fin. Otros especialistas, en cambio, suponen que la estatua ka se colocaría en la pirámide del faraón, en la cámara llamada serdab, como sucede en la pirámide de Zoser.

3)     CONTEXTUALIZACIÓN

El arte egipcio está dominado por la preocupación de la vida de ultratumba y por la necesidad del culto a los dioses cuyo último descendiente es el faraón reinante. Por ello buscan la eternidad y el colosalismo en sus realizaciones arquitectónicas y la majestuosidad en sus imágenes mediante una serie de fórmulas fijas (frontalidad, inmovilidad, hieratismo…). La preponderancia de lo sobrenatural y de lo sagrado, sumado al poder absoluto del faraón, explican que el arte egipcio rehuya la innovaciones y que evolucione muy lentamente.

El marco geográfico del arte egipcio es el valle del Nilo. Su cronología se desarrolla entre el 3000 y el 500 a. C., En su evolución temporal destacan las siguientes fases:

- El Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.).
- El Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.).
- El Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.)

La civilización egipcia tenía su base en la agricultura que aprovechaba la crecida del Nilo. Se trataba de una sociedad fuertemente jerarquizada, muy inmovilista y en la que el monarca, el faraón, detentaba un poder absoluto. El arte egipcio se convirtió en un eficaz vehículo de la autoridad del faraón y de las peculiares creencias religiosas de este pueblo.

El Imperio Antiguo (2700-2200 a.C.) se desarrolla entre la tercera y la sexta dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. Éste había evolucionado hacia un sistema teocrático, en el que el faraón era considerado un dios en la tierra. Muestra de la amplitud del poder real es la construcción de las grandes pirámides de Saqqara y Guiza, obra de los faraones de la tercera y cuarta dinastías.


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Triada de Micerinos (Museo Egipcio de El Cairo).

COMENTARIO DE UNA OBRA DE ARTE: TRIADA DE MICERINOS

1)     IDENTIFICACIÓN

- Título de la obra: Triada de Micerinos.
- Autor: Desconocido.
- Cronología: Circa 2.500 a. C.
- Período histórico: Civilizaciones hidráulicas del Oriente Próximo.
- Estilo: Arte Egipcio.
- Escuela: Imperio Antiguo, IV Dinastía (2630 – 2500 a.C.).
- Localización: Procede de la necrópolis de Guiza (Egipto), en concreto del Templo del Valle del faraón Micerinos (Menkaura). Actualmente se expone en el Museo Egipcio de El Cairo.

2)     ANÁLISIS

La escultura muestra a tres figuras completas y erguidas que se hallan adosadas por su parte posterior a un bloque que se prolonga bajo los pies de las imágenes, sirviéndolas así tanto de soporte como de pedestal. La obra se clasifica como altorrelieve o medio bulto, pues las efigies se hallan esculpidas en la práctica totalidad de su contorno. La pieza fue diseñada para ser observada frontalmente.

Se trata de una obra de medianas dimensiones (92,5 cm. de altura, 46,5 cm. de anchura y 43 cm. de profundidad) realizada en un bloque de una piedra detrítica llamada grauvaca, que presenta un tono gris verdoso. El escultor recurrió a la técnica de la talla directa, empleando instrumentos como el cincel y el martillo. El acabado produce una impresión de suavidad, demostrando que la obra ha sido pulida a conciencia.  En la base se observa la presencia de jeroglíficos, rasgo habitual en la escultura y pintura egipcias.

Como es conocido, la escultura en piedra o madera anterior al Renacimiento se caracteriza por haber sido policromada, bien que esta capa de colores solía perderse con el paso del tiempo. Con todo, resulta aventurado afirmar que todas las obras escultóricas de la Antigüedad y la Edad Media habían recibido este tratamiento. Por ello no puede señalarse con certeza si la triada estuvo policromada en su origen.

La obra representa al faraón Micerino entre la diosa Hathor y la divinidad del nomo de Cinópolis, identificada con la diosa Bat. Nomo es la denominación griega para las subdivisiones territoriales del Antiguo Egipto. Cinópolis era el nomo número diecisiete del Alto Egipto.

El faraón, vestido únicamente con el típico faldellín plisado, se halla en el centro del grupo, adelantado respecto a las figuras femeninas que le sujetan por el brazo. El soberano porta, además, la corona blanca del Alto Egipto y la barba postiza, símbolos de su poder. Las divinidades se encuentran ataviadas con túnicas casi trasparentes, lo que permite apreciar sus formas anatómicas, ya que la tela se adhiere con suavidad al cuerpo.  Hathor lleva un tocado formado el disco solar flanqueado por dos cuernos y la personificación de Cinopolis lleva en su cabeza el emblema del nomo en el que se distingue a un chacal (Este distrito estaba consagrado a Anubis, el dios-chacal).

Las tres figuras presentan la tensión y rigidez características de la plástica egipcia: hombros y caderas conformadas con líneas rectas y paralelas, los brazos pegados al cuerpo, los puños cerrados, las piernas juntas… Sólo las figuras del faraón y de la diosa Hathor, están dotadas de cierto movimiento, ya que adelantan su pierna izquierda. El gesto de las figuras se puede calificar como hierático, esto es de rasgos rígidos y solemnes, con los ojos almendrados (muy abiertos) y una ligera sonrisa. No obstante en el rostro del faraón, se encuentra cierto realismo, que hace pensar en un retrato idealizado.

La composición de la obra viene determinada por la concepción del grupo como un todo adosado e integrado en un bloque. El faraón es el eje de simetría que sirve para articular de forma armoniosa la obra. Las figuras han sido sometidas a un proceso de síntesis anatómica, predominando las formas redondeadas, sin aristas, de los personajes y la geometrización de las partes que conforman sus cuerpos. La anatomía ha sido representada de forma idealizada. El artista ha empleado el canon de proporción de los 18 puños (dos puños para la cabeza, diez puños desde la cabeza hasta la altura de las rodillas y seis hasta los pies). 

Al representar al faraón acompañado de dos diosas, se representa la concepción del monarca egipcio como otra divinidad más. De acuerdo con los principios de la perspectiva jerárquica, el monarca ocupa el lugar central, su altura es superior a la de las otras figuras y adelanta su pierna con más rotundidad que la de sus acompañantes.

En esta pieza lo humano (Micerinos) se funde con lo mitológico (la divinidad del faraón y la protección que éste recibe de los dioses), aludiendo además a una estrategia propagandística de imposición territorial del poder político que el faraón encarna y representa. Las tres figuras constituyen la base del sistema político (el faraón-dios), administrativo (el nomo o provincia como demarcación territorial) y religioso (el panteón de dioses protectores de los que el faraón es parte al mismo tiempo) del antiguo Egipto. Las diosas otorgan su protección al soberano y, al mismo tiempo, le ayudan en el tránsito hacia la vida eterna. Esta tríada expresa la potencia de la autoridad que gobierna Egipto, que va más allá de lo terrenal, pues se impone más allá de lo humano y que perdura en la eternidad.

Esta obra fue encontrada en el Templo del Valle de Micerinos, en la meseta de Guiza, en una excavación realizada entre 1908 y 1910, siendo patrocinada por el Museo de Bellas Artes de Boston y la Universidad de Harvad. De la dirección se ocupó el arqueólogo norteamericano George Andrew Reisner. Los hallazgos se repartieron entre los museos de Boston y del Cairo (más un fragmento que pasó a los Museo Reales de Bruselas). La pieza que comentamos formaba parte de un ciclo al que pertenecía la célebre representación del faraón Micerinos y su esposa Jamerernebty. Si se incluyeron todos los nomos, el número de las representaciones en triada ascendería a cuarenta y dos, pero consta que el conjunto de piezas quedó inconcluso. Por otra parte sólo se han conservado cinco, y algunas, además, muy fragmentariamente.

3)     CONTEXTUALIZACIÓN

El arte egipcio está dominado por la preocupación de la vida de ultratumba y por la necesidad del culto a los dioses cuyo último descendiente es el faraón reinante. Por ello buscan la eternidad y el colosalismo en sus realizaciones arquitectónicas y la majestuosidad en sus imágenes mediante una serie de fórmulas fijas (frontalidad, inmovilidad, hieratismo…). La preponderancia de lo sobrenatural y de lo sagrado, sumado al poder absoluto del faraón, explican que el arte egipcio rehuya la innovaciones y que evolucione muy lentamente.

El marco geográfico del arte egipcio es el valle del Nilo. Su cronología se desarrolla entre el 3000 y el 500 a. C., En su evolución temporal destacan las siguientes fases:

- El Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.).
- El Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.).
- El Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.)

La civilización egipcia tenía su base en la agricultura que aprovechaba la crecida del Nilo. Se trataba de una sociedad fuertemente jerarquizada, muy inmovilista y en la que el monarca, el faraón, detentaba un poder absoluto. El arte egipcio se convirtió en un eficaz vehículo de la autoridad del faraón y de las peculiares creencias religiosas de este pueblo.


El Imperio Antiguo (2700-2200 a.C.) se desarrolla entre la tercera y la sexta dinastías. La capital estaba en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto sobre un gobierno sólidamente unificado. Éste había evolucionado hacia un sistema teocrático, en el que el faraón era considerado un dios en la tierra. Muestra de la amplitud del poder real es la construcción de las grandes pirámides de Saqqara y Guiza, obra de los faraones de la tercera y cuarta dinastías.

[Este comentario depende en gran medida (incorpora párrafos enteros) de otro de la misma obra, realizado por el profesor Tomás Pérez Molina [“Tomperez”], del IES «Victoria Kent» (Elche, Alicante). A continuación se reproduce un enlace hacia el el comentario de esta obra de arte en el blog de este profesor.]

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Busto de Nefertiti (Neues Museum, Berlín, República Federal de Alemania).


COMENTARIO DE UNA OBRA DE ARTE: EL BUSTO DE NEFERTITI

1)     IDENTIFICACIÓN

- Título de la obra: El Busto de Nefertiti.
- Autor: Tútmes.
- Cronología: 1350 a. C.
- Período histórico: Civilizaciones hidráulicas del Oriente Próximo.
- Estilo: Arte Egipcio.
- Escuela: Imperio Nuevo, XVIII dinastía (1550 – 1295 a. C.).
- Localización: Nuevos Museos de Berlín.

2)     ANÁLISIS

La imagen nos muestra una escultura exenta, en concreto un busto de una mujer joven. La pieza presenta algunos deterioros, pero se halla en buen estado de conservación.

El material empleado es caliza, por lo que la técnica a la que el artista recurrió es la talla. Para ejecutar la obra el artista, probablemente, realizó un modelo en arcilla o cera y después ha labrado la piedra con cincel y martillo.  El acabado produce una impresión de suavidad, realzada por la policromía, realizada, seguramente, sobre una capa de yeso. Los colores aplicados resultan bastante planos.

La figura muestra un grado de idealización notable, con los rasgos del rostro regularizados y con un cuello exageradamente delgado, el llamado «cuello de cisne». No hay ninguna expresión de movimiento y la pieza está concebida para verse bien de perfil según los cánones de la ley de la frontalidad, bien que con frecuencia aparezca fotografiada de forma lateral.  El gesto de la escultura expresa serenidad.

A destacar el gran tocado troncocónico que oculta totalmente el cabello (parece ser que se trata de una corona) y los collares situados en el principio del pecho.

En cuanto a la clasificación de la pieza se trata de un retrato (o mejor dicho el modelo de un retrato) realizado para el ámbito público. En Egipto el retrato estaba reservado al faraón, la familia real y los principales dignatarios de las corte. Los artistas los representaban con cierto grado de idealización, pero reconocibles. Existía una norma que exigía que los faraones y reinas se mostrasen de forma estereotipada y el resto de personajes aparecieran más humanizada, a veces hasta de forma realista.

La pieza que se comenta rompe con algunas de las convenciones antes señaladas, por ejemplo el gesto resulta sereno, pero no hierático y las proporciones del cuello y la cabeza reflejan un alargamiento excesivo. Estos rasgos nos señalan que la pieza se realizó en el llamado período de Amarna, en el que el faraón Amenofis IV, más conocido como Akhenaton, introdujo importantes reformas en todos los ámbitos, incluido el artístico

Nefertiti  ( c. 1370 – 1330 a C.) fue la reina de Egipto, esposa del faraón Amenofis IV (o Akhenatón), con quien inició muchos cambios religiosos, artísticos y culturales, centrado en un culto monoteísta a la divinidad solar, Atón, de quien Nefertiti era una devota adoradora. Entre las transformaciones que esta revolución religiosa introdujo, destacan el traslado de la capital del reino de Tebas a la nueva ciudad de Akhetaton (actual Tell-Amarna) y la elevación de la propia Nefertiti al rango de corregente, cargo que implicaba responsabilidades políticas y sacerdotales. Por todo ello se explica que se encargara su retrato para figurar en los templos y otros monumentos del reino.

Hacia el 1336 a. C. su figura desaparece bruscamente de los registros que conservamos de la época, tal vez por haber perdido el favor regio.

Nefertiti y Akhenaton tuvieron seis hijas: Meritatón, Meketatón, Anjesenamón, Neferneferuatón, Tasherit, Neferneferura y Setenpura. Anjesenamón fue la esposa de Tutankamón.

Se recordará que los artistas en Egipto, como en el resto de civilizaciones antiguas, eran considerados como simples artesanos y carecían de toda consideración social. No obstante, y por haberse encontrado esta pieza en el propio taller del escultor, hemos podido identificarlo como Tutmés, hijo de Dyehuty. El busto apareció junto con otros veinte retratos de la familia real. Se supone que eran modelos de uso interno de los oficiales y aprendices de Tutmés, de ahí que la imagen que comentamos se encuentre inconclusa (le falta el ojo derecho). El formato del busto, excepcional en el arte egipcio, se explica por ser una pieza que serviría de modelo de esculturas de cuerpo entero para Tutmes y sus aprendices. Lisipo, escultor de Alejandro Magno, y otros artistas recurrirán igualmente al busto cuando realizan un retrato oficial que será copiado una y otra vez y en el que puede cambiar la posición de los brazos, los atributos o la indumentaria.

El busto fue hallado en 1912 en una excavación realizada por el egiptólogo alemán, Ludwig Borchardt en las ruinas de la ciudad de Ajetatón (más conocida por el topónimo árabe de Tell el-Amarna).

Tras su hallazgo la pieza fue adquirida por el empresario y coleccionista alemán James Simon, que lo donó al Ägyptisches Museum Berlin (Museo Egipcio de Berlín). Esta galería forma parte del complejo llamado Neues Museum (Nuevos Museos) donde actualmente se conserva.

3)     CONTEXTUALIZACIÓN

El arte egipcio está dominado por la preocupación de la vida de ultratumba y por la necesidad del culto a los dioses cuyo último descendiente es el faraón reinante. Por ello buscan la eternidad y el colosalismo en sus realizaciones arquitectónicas y la majestuosidad en sus imágenes mediante una serie de fórmulas fijas (frontalidad, inmovilidad, hieratismo…). La preponderancia de lo sobrenatural y de lo sagrado, sumado al poder absoluto del faraón, explican que el arte egipcio rehuya la innovaciones y que evolucione muy lentamente.

El marco geográfico del arte egipcio es el valle del Nilo. Su cronología se desarrolla entre el 3000 y el 500 a. C., En su evolución temporal destacan las siguientes fases:

- El Imperio Antiguo (2.700 – 2.200 a. C.).
- El Imperio Medio (2.000 – 1750 a. C.).
- El Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.)

La civilización egipcia tenía su base en la agricultura que aprovechaba la crecida del Nilo. Se trataba de una sociedad fuertemente jerarquizada, muy inmovilista y en la que el monarca, el faraón, detentaba un poder absoluto. El arte egipcio se convirtió en un eficaz vehículo de la autoridad del faraón y de las peculiares creencias religiosas de este pueblo.

En el Imperio Nuevo (1.550 – 1.070 a. C.) Egipto rompe su aislamiento tradicional y mantiene una activa política exterior que le hace llevar sus fronteras hasta Nubia y Siria. Es el periodo de construcción de los grandes templos de Luxor y Karnak en Tebas. En el devenir de este período destaca la figura del faraón Amenofis IV- Akenatón, que intentará cambiar la religión politeísta por un culto monoteísta al dios Atón. Esta revolución religiosa careció de continuidad y sus sucesores reinstauraron los dioses y rituales tradicionales.
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La pintura que preside esta serie de comentarios es Esfinge del alemán Carl Friedrich Heinrich Werner. Se trata de una acuarela sobre cartón pintada en 1867. Existen, al menos, dos versiones, de esta pintura.

-         La primera, conocida como El Templo de la diosa Mut en Karnak un óleo sobre lienzo que mide 120 x 177 cm. No consta la fecha de su realización. En la esquina inferior derecha aparece la firma del pintor: C. Werner f. Esta obra fue subastada en Londres por Sotheby’s en París en el 2007.
-         La segunda, que reproducimos, mide 57,15 x 95 cm. En la esquina inferior izquierda se encuentra la firma del pintor: Werner f. 1867.  Esta obra fue subastada por Shannon’s en Milford (Connecticut, Estados Unidos) en el 2009.

El título, Esfinge, parece aludir a que las figuras hibridan rasgos humanos y felinos, bien que la esfinge tradicional reserva la cabeza para el hombre y el resto del cuerpo para la bestia, exactamente al revés que en las esculturas que el pintor ha inmortalizado. Señalemos además que las esfinges egipcias son siempre de sexo masculino.

No podemos asegurar que Werner pintara la escena directamente del natural, aunque en la actualidad se conserva un grupo de efigies de la diosa Mut en su emplazamiento original que recuerda a la pintura que reseñamos. El templo estuvo poblado por cientos de esculturas; un grupo de ella se exhibe hoy en el Metropolitan Museum de Nueva York (Estados Unidos) y otras se exhiben en el British Museum (Londres, Inglaterra, Reino Unido).

Estas imágenes muestran que Mut absorbió el culto de la diosa Sejmet, la cual pasó a considerarse un aspecto más de Mut. Para complicar aún más la cuestión, las diosas Sejmet y Tefnut presentan la misma iconografía.

La imagen procede del siguiente blog:


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La imagen del Escriba sentado del Louvre procede de la página siguiente:


La imagen de Kefrén sentado procede la página siguiente:


La imagen de Kefrén entronizado procede la página siguiente:


La fotografía de la Triada de Micerinos presenta la siguiente procedencia:


La imagen del Busto de Nefertiti la hemos encontrado aquí:

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